viernes, 31 de julio de 2009

Intrusos en mi mochila

(O de como conocí al pequeño Montesquieu)
Mis padres me lo prohibian todo. Correr, saltar, gritar, hacer piruetas, girar e incluso hasta sorprenderme. Me aburria mucho. Ellos hablaban educadamente con unos conocidos que nos acababamos de encontar en medio del aeropuerto. ¿Y nuestras maletas que, eh? Solo de imaginarme a mi pequeña mochila rosa, sola, dando vueltas en la cinta, me daba panico. ¿Y si alguien se la llevaba por error? No podría volver a jugar con mis muñecas. Ni podría volver a abrazar a mi osito preferido. Oí como mis padres se despedian y la pareja se alejaba hacía la puerta. Ellos ya tenían sus maletas. ¿Por qué yo no podía tener mi mochila rosa? Mi madre me cogió la mano y nos dirigímos hacía la cinta. Vi desde lejos mi mochila dando vueltas y vueltas. Me solté de la mano de mi madre y salí corriendo a por ella, dejandoles atrás. La rescaté antes de que una maleta gigante la aplastara y la estrujé con fuerza contra mi. De pronto de dentró salió un sonido. Algo así como "¡Ouch!". Aparté la mochila de mi cuerpo y la observé. Todo estaba en orden. Todo... escepto que de uno de los bolsillos sobresalía un sombrero de copa de color verde. Me quedé perpleja. Mis padres se acercaron a mi y les dije disimulando que me iba a sentar a los bancos de enfrente de la cinta. Cuando llegué hasta la otra punta de la sala me senté en el suelo. Abrí despacio la mochila, con algo de miedo diría yo. Dentro del bolsillo de la izquierda no solo había un gorro verde si no, que también había un abrigo del mismo color. Y una pequeña maleta de cuero. Abrí un poco más el bolsillo. En su interior había un ser, un tipo de criatura que no había visto jamás. Tenía la nariz algo puntiaguda. Los ojos grandes y verdes. Medía entre cincuenta y setenta centimetros. Y me miraba como aturdido.
-¿Te ocurre algo? ¿Por qué estás en mi mochila rosa?
-¿Acaso puede usted verme?
-Por supuesto que puedo verte. Pero sigues sin contestar a mis preguntas.-Ese es uno de mis defectos. Nunca me olvido de ninguna pregunta, como "El principito"
-Pues no, me encuentro bien gracias- Dijo saliendo de un salto.- Ahora, con su permiso, he de irme.- Se alisó el abrigo verde e hizo una reverencia.
-¡Espera! Aun no has contestado a mi segunda pregunta.
-Mi nombre es Montesquieu- Volvio ha hacer la reverencia, pero esta vez, quitandose el sombrero.- Y vengo de Ninguna Parte. Me hallaba en su mochila simplemente por comodidad, espero no haberla molestado.
-No, en absoluto. Solo me sorpredió encontrarte-dije sonriendole- Yo me llamo Zelah
-Zelah... Un nombre verdaderamente inquietante. Suena a zumo de cerezas y arandanos maduros
-Gracias, nunca habían hecho una comparación tan bonita de mi nombre.
-De nada, señorita. Y, bueno, con su permiso, me retiro.
-¡No! ¿No me vas a contar como llegaste a mi mochila?
-¡Oh! ¿De verdad que la interesan mis historias?
-¡Claro!
Y así es como Montesquie me relató la historia de su viaje y sus primeras aventuras. Pero eso es otra historia. Y tenemos mucho tiempo para hablar de Montesquieu

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