jueves, 18 de noviembre de 2010

Acoustic.

Me acerqué al escritorio, apoyando ambos codos en él, y posé la cabeza entre las manos. La ventana estaba empañada. Con un movimiento rápido con la palma limpié el frio cristal y dejé ver el exterior. Los árboles no tenian ni una sola hoja. Esa era la razón de que el suelo estuviera lleno de ellas. Marrones; alguna verde que había podido salvarse, pero sobre todo marrones. El parque de en frente de mi casa estaba a rebosar de niños. Una pareja, sentada en un banco, se hacía carantoñas entre risas. Pegué un golpe en la mesa con la mano y cerré la persiana. Me tumbé en la cama, cubriendome la cabeza con la almohada. Al poco me quedé dormida.
Algo me taladró los oidos. Me desperté derrepente y subí la persiana. Chispeaba. Un camión había derrapado en la esquina, golpeando unos cubos de basura y un buzón. Eso fue lo que me había sobresaltado. Volví a sentarme junto a mi escritorio. Miré el reloj. Solo había dormido media hora. Aún estaba desconcertada. Decidí tratar de despejarme, asique cogí un folio y un boli e intenté escribir No dejaba de pensar en la última conversación.

-Clara, aun eres una niña.
-¿Una niña? Mamá, tengo casi dieciocho años.
-Vale. Pero mientras estés en mi csaa, seguirás mis normas, tengas la edad que tengas.
-Mira, mejor me voy.
-Eso, vete. Que así es como te vas a quedar. ¡Sola!
Sola... en parte no se equivocaba. Miré por la ventana. El parque estaba embarrrado. Apenas paseaba nadie por la calle. El buzón que había sido golpeado por el camión estaba completamente roto y un montón de cartas estaban esparcidas por el suelo. Entre ellas, un sobre rosa lleno de letras azules se ahogaba por culpa de las pequeñas gotas de agua que emborronaban su contenido. Podría ser una carta de amor, pensé. Una maldita y asquerosa carta de amor. Volví a acordarme del tema. La misma idea que llevaba dando vueltas desde hacía ya tres días. Él no me quería y nunca me iba a querer; por mucho que lo intentara, las cosas no iban a cambiar. Tenía que... ¿resignarme? No. No soy así. Siempre tengo lo que quiero. La ventana volvía a empañarse. Dibujé con la llema del dedo la silueta de los edficios que tenía delante. Llovía muchísimo. Cogí la pastilla y me la metí en la boca, tragándomela con un vaso entero de agua. No podía ser. Se me fueron cerrando los ojos. Nunca acepto un no por respuesta. Nunca. Y entonces, me quedé dormida encima de la mesa.

1 comentarios:

Dulce sonrisa dijo...

Bonita, te odio muchísimo. Arrrrg, ¡repelente! ¿Por qué escribes tan bien?
Te odio mil veces al cuadrado (?¿) xDDD

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