domingo, 9 de agosto de 2009

El placer y las lágrimas no son compatibles.

El sendero estaba mojado debido a la lluvia. Recorrí el camino hastal la puerta de la mansión sorteando charcos. Aun llevaba puestas las chanclas y el traje de baño. Llevaba el pelo, todavía humedo, recogido en una coleta y la unica prenda que me aislaba del frio era un vestido color rosa pálido. El enorme caserón con aspecto abandonado me esperaba como única guarida para protegerme de la lluvia. Me acerqué al buzón que había junto a la puerta de entrada y pude ver que se había abierto hacía relativamente poco tiempo. Saqué un manojo de llaves de mi bolsa y con la más pequeña abrí la diminuta cerradura. Metí la mano en el interior y busqué a tientas el correo. Algo me pinchó en el dedo indice. Retiré la mano instintivamente y me agaché para comprobar con qué me había herido. Perpleja, me di cuenta de que el causante de que brotaran diminutas gotas de sangre de mi dedo era una de las espinas de una perfecta rosa de color blanco. La saqué con cuidado de no pincharme de nuevo y la observé. Él había vuelto. Y había llegado el momento que yo tanto había estado esperando. Me encontré la puerta de entrada entreabierta. Mi respiración, que antes era agitada, iba relajandose poco a poco. El único sonido que se podía apreciar era la lluvia cayendo en el exterior. Recorrí el caserón despacio, sin necesidad de apresurarme, porque ya sabía lo que iba a venir a continuación. A medida que me internaba en la casa, el sonido de la lluvia iba apagandose, dejando paso a los latidos de mi corazón. Entré en el salón principal y me di la vuelta. Ahí estaba él, como ya había supuesto. Llevaba puesta una camiseta blanca que le marcaba los abdominales y unos vaqueros desgastados. Completaba su atuendo con unas deportivas. El pelo moreno le resaltaba su piel marmorea. Portaba una extraña sonrisa en los labios, la cual a la vez, adoraba y me hacía sentir escalofrios. Se acercó a mi. A cada paso que daba notaba, más y más, como el final de todo esto estaba cerca. Cuando estuvo frente a mi, tan cerca que mi nariz podía rozar la suya, su sonrisa se hizo más amplia.
-Estás incluso más guapa que la última vez.- Pasó su mano por detrás de mi espalda.Todo lo que llevaba en las manos se me cayó pobocando un gran estruendo. Acercó sus labios a los mios y me besó. De una forma dulce y apasionada, tal y como lo recordaba. Se apartó un poco de mi sin soltarme.- Ymis besos siguen probocando en tí el mismo efecto, por lo que veo.
Suspiré. Tenía razón. A pesar de todo, seguia sintiendo una ernorme atracción por él.
-Bueno, creo que ya sabes lo que viene a continuación, ¿Verdad?- Bajé la mirada. Las lagrimas empezaron a brotar de mis ojos.-Vamos, no llores, estropearás nuestra última vez.
Volvió a besarme. Lentamente, subió sus manos hasta los tirantes de mi vestido y los bajó hasta los brazos. Desabrochó la cremallera lateral y dejó que la prenda callera al suelo, rozando mi piel. Me quedé en traje de baño frente a él. Con una mano me quitó la goma del pelo dejando que mi pelo humedo callera en cascada hasta la mitad de la espalda; mientras, con la otra empezó a recorrer todas las curvas de mi cuerpo. Me recostó sobre el sofá y siguió besandome. Primero en la boca, luego en el cuello y finalmente en el escote. Suspiré de placer y me resigné. Me haría el amor por última vez y yo no me resistiría. ¿Qué podía importarme, si despues de ello iba a estar muerta?

1 comentarios:

Dara dijo...

En realidad, muchas veces el placer viene acompañado de lágrimas. La mejor forma de llorar es de alegría.


miauamarillosubmarino

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