En la puerta del bar, apoyado junto a una columna negra, había un chico al que conocía de vista. Conflictivo, por encima de todos, sabía como encontrar problemas donde no los había. Pestañeé un par de veces y capté su atención. Iba ataviado con un abrigo negro hasta los pies y una bufanda del mismo color. Mis medias rotas y mi atuendo denotaban la necesidad por mi parte de llamar la atención. Su pelo era del color del cabón y su piel, pálida, destacaba por encima de todo. Descaradamente, me acerqué mucho a él y le acaricié la barbilla con el dedo indice. Con una sonrisa divertida, me agarró por la cintura y me condujo hacía la salida, donde nos esperaba su gigantesca moto.

1 comentarios:
Y después un montón de kilómetros pisados por las ruedas de la moto.
Un muás!
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