jueves, 17 de junio de 2010

Never fade away.

La música se colaba por los resquicios de los ventanales del estadio. Teloneros y pruebas de sonido. Nada importante. Tenia la entrada en la mano, esperando a que le llegara su turno. Llevaba muchas horas en una cola esperando para conseguir buen sitio. La empujaron por detrás. Un hombre abrió la barrera. Esto es la guerra. Pegó codazos y empujones, agarrando el trozo de papel amarillo como su mayor tesoro. Se colocó delante de una chica vestida de negro, que se quejó al ver que se le habian colado. Pasó la barrera de los hombres de amarillo. Bien. Corrió como no había corrido en su vida para entrar a la pista. Vió luces y mucha, mucha gente. Llegó rápidamente a la valla, se agarró a ella. De ahí no la movía nadie. Quince minutos. Prueba de sonido terminada. El estado se llenó. Se apagaron las luces. Un extraño murmullo llenaba el ambiente. Se encienden las pantallas. La guitarra empieza a sonar. Un foco tras otro van iluminando el estrafalario escenario. Y entonces sale él en medio de todo el humo. Las notas se entrelazan para llegar a sus oidos. Empieza a cantar a pleno pulmón, con ganas de que la oigan todos a su alrededor. Salta y baila como si se le fuera la vida en ello. Sin querer le da un codazo a alguien que sigue el concierto detrás de ella. Se gira.
-Perdona.
-Nada, nada. -Es un chico. La sonrie.- ¿Te llamas..?
-Marina.- Grita con todas sus fuerzas. Casi no se oyen.- ¿Y tú?
-Oscar.- Contesta. La mira con unos preciosos ojos marrones.
Oscar. Marina. Su libro favorito. Sonrie.
-Encantada.

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