Arqueó la espalda y profirió un gemido. El orgasmo le recorió toda la columna vertebral. Resopló por la nariz. Arañó las sabanas azules como si quisiera dejar marca. Volvió a tumbarse por completo. Él se separó de ella, poco a poco. Alzó la cabeza y la miró a los ojos.
-Eres un cabron. Y un gilipollas.
-Seré todo eso, pero sabes que no puedes resistirte a mi.
Volvió a tumbarse a su lado. Le mordió el labio, soltandoselo lentamente y dejó sus labios lo suficientemente cerca como para poder rozarse.
-No, no puedo.
viernes, 23 de julio de 2010
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