domingo, 26 de julio de 2009

Si al mirar descubres que no puedes ver nada...

Querida Z.:

Este breve escrito es solo para aclararte de la foma más concisa posible los acontecimientos en los cuales nos vimos involucrados hace ya un par de meses. La primera vez que te vi fue en el café de la calle Spooner. ¿Recuerdas la adorable música que sonaba por aquella epoca en aquel pequeño establecimiento? Deliciosa, ¿verdad? Estoy completamente seguro de que tus esquisitos gustos musicales no han cambiado lo más mínimo en todo este tiempo. Bueno, como te iba diciendo. La primera vez que te vi en el café Meriland fue para mi como una revelación divina. Eras un verdadero ángel venido del cielo para salvar a este pobre desgraciado de alma oscura. Mi vida antes de conocerte era, sin duda, un amasijo de mentiras y desaciertos, que aun intento olvidar de una manera o de otra. La visión de tu bello rostro bajo esos focos fue para mi una iluminación. Decidí a partir de ese momento que debia conocerte. El señor Mayers me proporcionó la oportunidad de idear un casual encontronazo contigo en la calle paralela, en el pequeño mercado de Dusting. Verte sin tus vestimentas de trabajo solo consiguió que mi idealizada imagen de ti mejorara por momentos. Me dirigía a tu compás buscando el momento adecuado para poder hablarte. Sin embargo, en un giro inesperado del destino, tu apareciste del brazo de otro hombre, Adrian, un buen amigo mio. Mi desesperación se tornó en rabia. Yo sabía que tu le amabas, pero estaba ciego de ira y celos. Por ello Ideé un plan sin fisuras para conseguir que Adrian nos presentara. El dia cinco de Enero seria la fecha para tal acontecimiento. Me vestí con mis mejores galas y me preparé para iniciar la primera parte de mi desafortunado plan. Cuando tu amado nos presentó, tu voz fue el desencadenante de todos mis delirios y noches en vela. Verte, sonriente, al lado de la persona a la que amabas, y que esa persona no fuera yo, fue el mas arduo de los castigos. Finalmente, empezamos a vernos de una forma “casual” (y lo digo de esta manera dado que todos nuestros encuentros eran programados con anterioridad por mi retorcida mente) y yo, cada dia más y más prendado por tus encantos, fui consiguiendo tu confianza y amistad. Hablando con algunos de mis contactos en el ejercito conseguí que hicieran llamar a filas a tu querido Adrian. El frente del ejercito nunca fue un lugar seguro para un joven, por lo que la noticia de su muerte no sorprendió a nadie. Los acontecimientos avenidos con posterioridad son, sin duda, la parte más osucura de mi vida. Ver tu sufrimiento fue, inclusive, infinitamente peor que el tener que verte con otro hombre. Tu compañía era a la vez gratificante y dolorosa. Sin duda, tu gran amigo Bastian, podría calmar tus penas y ayudarte a continuar con tu vida normal. Lo que no sabias es que ese que se hacía llamar amigo tuyo y que decía que te amaba, había sido el causante de tales dolores de tu corazón. Cuando me di cuenta de que no había hecho, sino amargarte tu juvilosa existencia tomé esta determinación. Iria a dar mi vida al frente para morir de la misma forma que lo hizo tu querido Adrian y así finalmente podría descansar en paz, alejando de mi corazón todo esta pesadumbre que le poblaba. Por ello no puedo hacer otra cosa que disculparme contigo y decirte que te amé como no he podido llegar a amar a nadie en esta vida. Tengo por seguro que una misera disculpa en papel no es suficiente para paliar tu dolor, pero, muy a mi pesar, no puedo sino, aceptar este duro destino y dejarte vivir en paz.
Tuyo, siempre fiel:
Bastian Mcfield

Unas solitarias lagrimas calleron sobre el elegante papel y emborronaron la tinta. Su dulce Bastian había sido el culpable de todo. Suspiró profundamente y seguió con sus quehaceres. Ella nunca, nunca podría llegar a ser feliz.

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