lunes, 30 de agosto de 2010

Arturo ♥ Verónica

Hoy he leído un libro que tenía desde pequeña, pero que nunca había llegado a abrir. Y bueno, en un rato, sentada en el suelo, lo he acabado. El libro se llama "Arturo ♥ Verónica". Es la historia de un chico de nueve años que se enamora de su nueva vecina. Lo define como "Un sentimiento raro que me hacía parecer un tonto con solo ver su sonrisa y las estrellitas que le brillaban en sus ojos oscuros, a juego con su pelo". Arturo ve que estando enamorado puede hacer muchisimas cosas con tal de gustarle a Verónica, cosas como ir descalzo desde la piscina a su casa, porque había perdido un zapato, o pintar todas las paredes del barrio con sus nombres junto a un corazón de tiza. Finalmente llega el momento en el que Arturo se declara a Vero y le dice: "Eres la chica más guapa que conozco. Sería genial si quisieras ser mi novia. Hasta te he compuesto un poema". Y entre balbuceos se lo recita, mal, pero se lo recita. Es curioso como se arma de valor, creyendo que cuenta con el poder de una pocima que su mejor amigo le ha dicho que es mágica, y hasta se enfrenta al matón del colegio, que intentaba ligar con Veronica. Arturo es muy tímido y nada más confesar su amor, sale corriendo a su casa. Dos días despues, sus mejores amigos van a buscarle, para que saliera, porque tenian una sorpresa. Junto a su casa, en un muro gis, estaba escrito en tiza "Verónica ♥ Arturo". Nueve años. Y claro, todo es así de fácil. Ojala fuera así siempre.



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domingo, 29 de agosto de 2010

Blood, please.

Agarró fuertemente el mango del machete. La glock 17 negra que llevaba en la otra mano le pesaba más que nunca. Oyó un ruido a su espalda. Se giró rapidamente y le rebanó el cuello a un tipo con un hacha. El sonido de la motosierra estaba cada vez más cerca. Recorrió los pasillos a paso ligero, mirando a ambos lados. Se agachó, escondiendose tras un muro de ladrillos. Llegó al marco de una puerta con astillas por todas partes y apuntó con la pistola. Disparó y le dió justo en la cabeza. El cuerpo calló fulminado en el suelo y la motosierra siguió rugiendo a su lado. Ella se irguió y sonrió con satisfacción. En una esquina de la sala había un bidón de gasolina que vació encima de la figura ensangrentada. Sacó su zippo y se encendió un ducado. Tomó un par de caladas y lo tiró al charco, que prendió con fuerza. Todo se lleno de fuego y humo negro. Salió despacio, tirando el machete y guardandose la pistola en la liga.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Sweet Caroline.

El sol me daba de lleno en la cara. No podía ver más que su silueta y su vestido, movido por el viento. Se agachó y juntó su cara con la mia. Sonriendo, se retiró un mechón de pelo de la cara y se lo puso detrás de la oreja.
-Rompamos las reglas.
-Vale.- dije callandola con un beso.

viernes, 20 de agosto de 2010

Before I forget.

-Eres de esas que no aguantan las despedidas y lloran como una magdalena. De vez en cuando, te gusta mirarte al espejo y quejarte de vicio. Sabes que después de estar conmigo te ves la chica más preciosa del mundo, por culpa de esa sonrisa de tonta.
-Continua.
-No aguantas ver el sufrimiento de los demás. Adoras los gatos y tienes una debilidad especial por la parte de abajo de las tartas, la de la galleta. Tu comida favorita son los canelones y detestas el marisco. Te gusta el olor a lavanda y pasas la mano por las flores cuando caminas por el campo para conservar su aroma. Siempre te han gustado los chicos malos de las peliculas. En cuanto tienes ocasion, cojes un libro y te marchas a cualquier banco perdido de Madrid para ponerte a leerlo. Las historias de miedo hacen que tu adrenalina se dispare, y eso te encanta, pero por la noche miras hacia la entrada de tu habitación y les pides a tus padres que te dejen las luces del pasillo encendidas. Tienes un miedo terrible a la oscuridad, porque te quedaste encerrada en el ascensor cuando eras pequeña. No sabes dormir sin tu osito de peluche y sin escuchar el sonoro tictac de tu reloj de osos. Cuando eras pequeña, y ya no tan pequeña, tu despertador era una gallina que se paraba si le dabas en la cabeza. Siempre te había hecho gracia, pero nunca tuviste que usarlo hasta que entraste en el instituto y los despertares de tus padres no eran suficientes como para arrancarte de las sabanas.
-¿Alguna cosa más?
-Tu color favorito es el rosa, aunque tienes debilidad por el azul claro y el morado.
-Eso lo sabe todo el mundo.
-Y cuando se te cae una pestaña, encuentras un molinillo o un diente de león, siempre pides el mismo deseo, aunque no se lo has contado a nadie, porque dices que si lo haces, no se cumpliria. Adoras las peliculas empalagosas y quedarte leyendo toda la noche. Eres competitiva y orgullosa. Y cuando pierdes, te enfadas, aunque no te gusta que la gente lo vea. Tienes las mismas arrugas de la risa que tu madre, pero los ojos son de tu abuelo. Te gusta contar, orgullosa, que murió por defender el Madrid republicano de los años trentaymuchos. Pero claro, de politica ni hablemos. Tu cara de indignación es la más graciosa de todas.
-Ya.
-Mirar la luna es una de tus actividades preferidas por la noche. Cuando te escapas de casa, no sueles ir muy lejos. Te sientas en el banco de la esquina a esperar que se te pase el enfado. No aguantas que se te oculten cosas y menos, que te dejen con la miel en los labios.
-Cosa que tu me haces mucho.
-Porque sabes que te encanta que te haga de rabiar.-Sonrió.- ¿Y bien? ¿Es suficiente?
-No.
-Vale. Te gusta ir de chica mala, pero sabes perfectamente que eres más dulce que una tarta de membrillo. Cuando un libro te cansa pierdes el interés y lo dejas a un lado, pero le dices a tu madre que ya lo has leido entero, para que te compre más. Te gusta llevar bolsos pequeños y conjuntables, para que te quepa todo, incluso el paraguas. Odias las botas de cuero, porque te recuerdan a cuando tuviste el accidente con tu caballo. Te gusta pensar mientras vas en el coche, mirando el paisaje. Te encanta cantar a voz en grito, a ser posible, en inglés, porque te gusta como suena tu acento español que va desapareciendo poco a poco. Si no duermes siesta por las tardes, no rindes en el estudio y aunque no lo parezca, te gusta la musica metal más que cualquier otra. Tu pintauñas favorito es el azul claro, aunque todo el mundo piensa que prefieres llevarlas de rosa, porque es tu color. Puedes llegar a ser muy ñoña si te lo propones y eres incapaz de hacer daño a la gente a proposito. Siempre llevas más llaveros que llaves. No te gusta tener que hacerte peinados por las mañanas y no te pintas nunca, porque piensas que estás mejor al natural. Cuando tenías once años te leiste el diccionario entero. El sitio más bonito al que has ido está escondido entre un montón de arboles, en otroño, junto a un monasterio del norte. Solías decirme que querias llevarme allí algún día. No puede pasar un día sin que sonrias. Te encanta el teatro clásico. Es uno de tus vicios, junto a la mitología. Odias que te hagan esperar, pero tu siempre llegas tarde. Apuras al máximo en la cama y no puedes vivir sin la cuidad de la que estás enamorada, Madrid. Por eso lo pasas tan mal en verano.
-¿Cómo sabías lo del diccionario?
-Me lo contó un pajarito.- Se dibujó media sonrisa en su cara.
-Gracias.- Sonrió.
-De nada, pequeña.

miércoles, 11 de agosto de 2010

No es que yo dejara de intentarlo.

En realidad, ella nunca fue mia. Los domingos por la tarde nos veíamos en el banco de siempre, a la hora de siempre. Con su puntualidad inglesa me la encontraba con las piernas cruzadas fumando un cigarrillo. Me decía que yo tenía la culpa de eso, que empezó a fumar porque le recordaba al sabor de mis labios. Yo la decía que no eran más que tonterías y entonces ella me miraba con los ojos entrecerrados, con esas pestañas suyas tan negras. Los viernes se quedaba a dormir a mi casa y follabamos en mi cama. Y en la cocina. Y sobre el escritorio. De vez en cuando, también en el salón. Y luego, por la mañana, en la ducha. Nunca he disfrutado el sexo tanto como lo hice en esa época. Ahora ella no está y yo no puedo dejar de preguntarme que hice mal.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Just you.

Son esas pequeñas cosas que hacen que todo, absolutamente todo, sea especial. Esas bobadas que me hacen sonreir como una tonta cuando estoy sola. Todas esas pequeñeces que solo entendemos los dos. ¿Cuántos besos me has podido llegar a dar esta tarde? Mil millones, por lo menos. Me encanta verte sonreir. Eres único.

martes, 3 de agosto de 2010

Don't stop believing.

Metió todo lo que iba a necesitar en su maleta con ruedas. Dos pares de pantalones cortos, varias camisetas, la bolsa de aseo, una chaqueta negra, dos pares de converse, un libro y su osito de peluche marrón. Se guardó el cargador del movil y rebuscó en el armario hasta encontrar un pequeño bolso de cuero. Cogió su hucha con forma de Big Ben y sacó todo lo que había. Guardó el monedero, las llaves, el movil y el ipod. Se puso su sudadera gris favorita y salió a la calle. Su casa no estaba lejos de la estación. Cinco minutos más tarde ya se oía el repiqueteo de los trenes al pasar por las vias. Compró un billete barato, sin saber a donde iba y se sentó en un banco vacío en el andén.

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Tenía la mochila preparada desde hacía dos dias, asique solo tuvo que guardarse la cartera y el movil en los bolsillos del pantalón. Abrió la puerta de su habitación muy despacio. Sus padres estaban durmiendo y si los despertaba todo se iría al garete. El taxi que había pedido le estaba esperando en la puerta. Media hora más tarde, se bajó de él en la puerta de la estación de trenes. Pagó al conductor y sacó sus cosas. Miró la lista de salidas y eligió uno al azar. Compró el billete y fue al andén número nueve.

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La noche era mucho más oscura de lo que pensaba, pero se veía la luna en cuarto creciente aparecer entre las nubes. El tren llegó a la estación haciendo ruido y levantado algo de aire. Se puso de pie y se acercó a la puerta más cercana. Un chico apretó el botón antes que ella y la dejó entrar primero. Buscó un sitio apartado. Dejó la maleta a su lado y se colocó en un asiento al lado de la ventana, apoyando los pies en el asiento delantero. Se puso los cascos y empezó a mirar el paisaje tranquilamente. Notó un ruido cerca de ella. El mismo chico que la había abierto la puerta se habia sentado justo enfrente. La miró con una sonrisa.


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El tren no tardó mucho en llegar. Se acerquó a la puerta y dio al botón. Una chica estaba a su lado y la dejó pasar primero. Disfrutó de las vistas del bonito culo que le hacían los vaqueros ajustados mientras subía los dos escalones. Entró en el compartimento de la izquierda y él la siguió. Vio como se sentaba con mal humor. Se colocó justo enfrente. Quizá podría amenizarle el viaje.

-Hola.
Levantó la cabeza para mirarle. Atónita abrió un poco la boca.
-Hola.
-Soy Hector.- La sonrió amablemente.
-Yo Ariel.
-Oh, vaya.- soltó una carcajada.- ¡Como la sirenita!
Ariel resopló y volvió a mirar a la ventana.
-Y, ¿donde vas?

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No iba a aguantar mucho más tiempo a ese chico. Necesitaba estar sola y poder pensar tranquilamente.
-A ningún sitio.

Pretendía que su voz sonara arisca y cortante. Volvió a mirar por la ventana. La luna sonreía desde el cielo. Se habían alejado lo suficiente de la ciudad como para poder sentirse segura. Él seguia mirandola.

-Vale, iré contigo.

Giró la cabeza y le miró a la cara.

-¿Qué?

-Si. Lo que oyes. Iré contigo.
Suspiró.

-Eres desesperante, tío.

Empezó a reirse.

-Me lo dicen siempre, nena.

Puso los ojos en blanco e intentó concentrarse en la música.

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Tenía un pelo bonito. Y su sonrisa no se quedaba atrás. Estaba empezando a gustarle demasiado el gesto contrariado de esa chica. Decidió seguir en silencio hasta que se calmaran un poco más las cosas. Se recostó en el asiento y simplemente esperó.

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¿Por qué no? El chico parecía agradable y mejor que estar sola...
-Está bien. ¿Dónde quieres que nos bajemos?
La miró de nuevo con esa sonrisa.

-Veo que has cedido.

-Prefiero viajar con un idiota a viajar sola, qué quieres que te diga.
Soltó una carcajada.
-Está bien. ¿Dos paradas más?

-Vale.

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Dejaron atrás las dos estaciones en silencio. Cuando se acercaban a la siguiente se puso de pie.
-¿Vamos?
Ella asintió con la cabeza.
-Vamos.
Recogieron sus cosas y bajaron. Nadie más había elegido esa parada. La estación estaba desierta. Salieron sin prisas, recorriendo todos los corredores. Cuando llegaron a la puerta se paró para contemplar la calle. Era un pueblo aparentemente tranquilo. Pasearon por un boulevard iluminado por algunas farolas. Sus sombras se proyectaban sobre la acera. Se giró hacía Ariel con una sonrisa.
-¿No tienes sed? Te invito a algo.
-Me parece bien.-Le devolvió la sonrisa.


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Cada vez se le hacía más facil caminar junto a Hector en silencio. Accedió a ir con el a algún bar a tomar una copa. Por lo menos así no iba sola. Llegaron a un pequeño antro (el único que encontraron abierto) y entraron en una sala con las paredes rojas. Había varias mesas ocupadas por fumadores solitarios. Al final de la barra, en un pequeño escenario, una chica cantaba un blues. Se sentaron en una mesa y pidieron dos bebidas. Se la bebió de un trago. El licor se le subió pronto a la cabeza. Hecto empezó a hablar de cosas sin sentido. Ella se reía. Él también. Estaban cada vez más cerca el uno del otro. Pidieron dos vasos más, esta vez, Ariel invitaba. Era divertido poder compartir sonrisas con un estraño.
-Y, ¿porque te fuiste de casa?
Dejó de reir. Suspiró y una sonrisa triste se le dibujó en la cara.
-Problemas. No puedo volver. ¿Y tú?
-Yo... dificil. Discusiones tontas. Un chico. La presion de mis padres. No podía más. Pero creo que debería volver.


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Volver. Esa palabra hizo que un escalofrio le recorriera por todo el cuerpo.
-Quédate esta noche.
-¿Donde?
-Conmigo.
Recogieron sus cosas.
-Seguro que encontramos un sitio barato.
-Para.- Ariel le miró.- Ven.
Le agarró de la camiseta y le atrajo hacia ella. Tenian los labios a menos de un centímetro.
-Vamos. Atrévete.
Hector la besó. Fue un beso lento y apasionado. Bajaron la calle de la mano y entraron a un motel.


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Abrió los ojos, le dolía la cabeza. Estaba tapada con una manta azul oscuro en una cama que no era la suya. En un momento lo recordó todo. La discusión en casa. El tren. Hector.
-¿Hector?
Se levantó de la cama. Estaba completamente desnuda. Buscó su ropa interior y vio que estaba perfectamente doblada encima de una silla, junto a su camiseta, sus vaqueros y la sudadera. Encima había un sobre. Se vistió y cuando hubo terminado, abrió el sobre. Dentro había un billete de tren de vuelta a casa y en el reverso un post-it.

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Se levantó de madrugada, como tenía previsto. Miró a Ariel, que se había dormido desnuda a su lado. La tapó y se vistió. Dejó toda la ropa que iba encontrando bien doblada en una silla. Bajó a la estación y compró dos billetes. Uno para él, con solo media hora de margen y otro para Ariel, para por la tarde, de vuelta a casa. Él iría en dirección contraria. Volvió a entrar en la habitación que habían compartido y dejó el billete dentro de un sobre, sobre su ropa. Sacó de su maleta el bloc de post-it que siempre llevaba encima y cogió prestado un boligrafo de encima de una mesa. Empezó a escribir.

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Aquí tienes el billete de vuelta, cortesía de la casa. Vuelve. Sigue como antes. Nadie tendrá en cuenta esta noche. Será nuestro secreto. Gracias por todo lo que me has hecho sentir en unas horas. Gracias por compartirlas conmigo. Te prometo que no dejaré de creer en mi. Te deseo toda la suerte del mundo. Nos vemos.

Hector.

Un secreto. Su secreto. El de los dos. Nunca dejarían de creer.