sábado, 29 de agosto de 2009

Para qué pensar.

Últimamente duermo mal. Cada noche me tumbo en la cama con los cascos y escucho una y otra vez la misma canción. Cuando iba conduciendo, me he dado cuenta de que la calle estaba desierta. Un semaforo se había puesto en rojo, pero todos los demas estaban rotos. Parecía una cuidad fantasma. Esta noche he ido a por chocolate a la nevera y no había más que fruta y verdura. Odio la verdura. Encima de la mesa había una bolsa de sugus y me he comido tres. Ahora me duele la tripa. No se qué más va a pasar, creo que voy a tirar los dados, a ver que sale.

martes, 25 de agosto de 2009

A Beatrice le gustan las sonrisas de Antoinette.

A Beatrice le gusta mucho hacer pompitas de jabón. Marie tiene una botellita pequeña y de color azul que hace pompas geniales. Beatrice se la quiere regalar a Antoinette. Antoinette es la otra mejor amiga para toda la vida de Beatrice, junto con Marie. Viven las tres juntas en un piso en el centro que tiene una terraza desde la que se puede mirar la luna por la noche. Antoinette es la más realista de las tres. Casi siempre sabe lo que tiene que hacer en cada momento. Cuando Beatrice está triste, Antoinette le escribe cuentos chiquititos sobre numeros que se escapan a Las Vegas. También sabe coser muy bien y un dia fabricó una pequeña muñequita sin brazos para Beatrice que se llama Alice. Ahora Alice vive en la mesilla de noche de Beatrice y espanta sus pesadillas. De vez en cuando Antoinette está triste. Beatrice piensa que si hace monerias seguro que la alegra mucho. Ahora, se dedica a cantar y bailar con la manguera de la terraza mientras pone caritas graciosas. Así cualquiera sorie, incluso Antoinette.

domingo, 23 de agosto de 2009

Regalos en paquetes con lazos rosa.

Hoy Beatrice estaba muy cansada y no la apetecia hacer nada. Su amiga Adrianne, que es hermana de Marie, ha ido a buscarla a casa y la ha sacado de la cama. Primero le ha tirado a la cabeza su vestido verde, si, si, el que tanto la gusta y se lo ha hecho poner. Han salido de casa enseguida y se han ido a la piscina. El agua estaba tan estupenda que se han pasado bañandose toda la mañana. Cuando Adrianne ha dicho que era hora de irse, Beatrice se ha puesto muy triste, asique se ha quedado a comer. Adrianne prepara unos spaguetti con tomate y queso que están riquisimos y, además, había comprado el zumo de melocotón que tanto le gusta a Beatrice. Después de comer se han ido a dar una vuelta por el barrio y Adrianne se ha encontrado a un amigo suyo que es realmente majo y tiene un perrito que se llama Nesier. Nesier es graciosisimo y mueve el rabito de un lado a otro cuando le acaricias detrás de la oreja. Beatrice quiere un perrito, o mejor, quiere un gatito, porque los gatitos le encantan. En cuanto Damien se ha enterado de que quiere un gatito le ha mandado una caja con un lazo enorme de color rosa y dentro había una bolita de pelo blanco que se llama Misifú. Ahora Beatrice nunca estará sola en casa porque su gatita Misifú duerme con ella. Como gracias a Adrianne, Beatrice tiene ahora a su Misifú le da muchos abrazos y la invita a tomar zumo de melocotón en el parque de enfrente de su casa. Misifú mueve la cola y bebe leche de un cuenquito verde. ¿Verdad que es adorable?

sábado, 22 de agosto de 2009

La pizza hawaiana llena la tripita de Beatrice.

Beatrice está triste y no tiene hambre, pero se come una pizza hawaiana. La pizza hawaiana lleva piña y está muy rica, pero Beatrice no puede terminarsela. Se lava los dientes con su cepillo rosa y le hace muecas a su reflejo. Sonrisas y más sonrisas es lo que él le devuelve pero no son las que quiere. Se sacan la lengua al unisono y se va del baño, apagando la luz. Beatrice no sabe que hacer, necesita llenarse con algo, pero no le cabe más pizza hawaiana. Asique decide ponerse delante del ventilador con los ojitos cerrados. Luego se baja al patio a pensar sentadita en el cesped. A Beatrice le gusta Jean Paul, pero también le gusta Damien. Y también le gusta Artour. Y Marie. Y Antoinette. Son todos tan adorables. Pero Beatrice necesita algo más. Algo que la llegue al corazón de esa manera especial. Y que la haga sonreir con esa sonrisa que sabe a piruleta. Quiere que se oiga ese pum pum en el pecho y que sus carrillos se pongan de color rojito. Beatrice quiere enamorarse pero sobre todo, quiere ser feliz.


Infelicidad con sueño.

Quiero no estar triste. ¿Acaso es tanto pedir un poquito de felicidad? Echo de menos mi sonrisa. No esa sonrisa que siempre llevo, sino esa sonrisa de tonta que sabe a piruleta y que siempre acaba asomandose por tonterias. Me gustan mis mofletes cuando se sonrojan. ¿Por qué hace tanto que no los veo así? Cuando me pesan los parpados puede ser por dos razones. La primera es por sueño. Pero son las nueve y de eso no tengo. La segunda es porque algo me ha puesto triste. Cuando pasa eso, suele solucionarse con chocolate y tonterias. Es el mejor remedio. Pero ahora no hay nada de chocolate en la nevera y las tonterias no me salen a mi sola. Voy a echarme agua en la carita. Dicen que el agua lo limpia todo. ¿Servirá para darme un poquito de felicidad? Bueno, me conformo con que me dejen de pesar los parpados. A lo mejor puedo buscar un libro de historias bonitas y sonreir, aunque no sea como a mi me gusta.

Vicios de piruleta.

Todos tenemos vicios insanos. Beatrice, a parte de el chocolate y las piruletas de color rojo, tiene uno que la escama: su exnovio Damien. Su ruptura no fue dura, pero por supuesto, algo le molestó. Ella, hace ya tiempo, dejó de sentir dolor por ese tipo de cosas y fue cuando empezó a comer piruletas. Su exnovio suele llamarla todas las noches para oir su voz. Claro, normal, Damien adora la voz de Beatrice. Es dulce como un pastelito de fresa y nata. Anoche Damien la llamó a las tres de la madrugada y la invitó a comer. Durante la comida, Damien la propuso volver a estar juntos, pero Beatrice, que está cansada de los niños tontos le dijo que no, mientras se inclinaba sobre su copa de helado de menta y chocolate. Al final acabaron en el baño, haciendo el amor contra la pared. Se despidieron sabiendo que no se verian en un tiempo y Beatrice cogió su casco azul y su vespa beige y se fue sonriendo. Damien la vió marchar, también con una sonrisa. Esque Beatrice sabe a piruleta, aunque nunca se lo ha dicho, y él siempre ha tenido un vicio horrendo hacia las piruletas. Pero claro, todos tenemos vicios.

Monitos color verde pistacho.

Beatrice tiene un amigo muy especial que se llama Artour. Artour es alto, grande y guapo. Tiene la carita redonda, como un niño, pero como lleva perilla, ya no lo parece. Artour tiene una voz muy bonita y Beatrice le quiere mucho. Sabe que es una persona muy especial y por eso le ayuda en todo lo que puede. Cuando hace frio Artour se quita su abrigo negro y se lo presta a Beatrice. Como Artour es tan grande, Beatrice se ve muy graciosa con esas mangas tan largas. Todas las veces que Beatrice está triste, Artour viene y la alegra con sus tonterias y sus sonrisas. A Artour le gusta mucho el buen comer y Beatrice se ha propuesto que algún dia le hará esos burritos mejicanos que tan ricos le salen. La sonrisa de Artour huele a chocolate, por eso le gusta tanto. Además, le encanta beber leche gallega directamente del brick y cuando lo hace está realmente gracioso. Tiene un monito de color verde que se llama Rafaelo y que se lleva genial con Beatrice. Artour tiene un corazón enorme y da los mejores abrazos de oso del mundo. Beatrice se acaba de dar cuenta de que no tiene ninguna foto con Artour asique en cuanto le vea, se hará una para ponerla en la pared verde de su habitación.

viernes, 21 de agosto de 2009

Chocolate, piruletas, hombres y sobre todo, impulsos.


Guiarse por los impulsos no es nada bueno. Beatrice solo se guia por impulsos y luego claro, pasa lo que pasa. Nunca tiene claro lo que quiere de verdad y, cuando piensa que por fin se ha decidio vuelta a empezar con los problemas. Sus caprichos son los que guian su vida, pero le es inevitable. Cuando está de mal humor bebe batidos de chocolate. Su abuela los hace riquisimos. El chocolate es su perdición, come tanto que al final acaba arrepintiendose. Le pasa igual que con las piruletas de color rojo. Su dentista dice que si sigue comiendo tantas, se le picarán los dientes. Ella intenta hacerle caso, pero no lo consigue. Y con los hombres, más de lo mismo. Ella es ese tipo de personas que tropieza dos veces con la misma piedra. Dos, tres, cuatro o las que sean. Siempre piensa que no debe pero la acaba pudiendo la tentación y lo prohibido. Siempre acaban pudiendo los impulsos.

El Martini sabe mejor de sus labios.


Beatrice está cansada de los niños tontos. ¿Por qué siempre tiene que darle tantas vueltas a todo? Jean Paul no la coge el teléfono asique ha decidido que se irá con su amiga Marie ha hacer el tonto. Despues de una pelea de almohadas, se tiran en la cama, exaustas. Marie decide ir por ahí a seguir pasandoselo bien, asique se arreglan y se van de fiesta. La noche es joven y Marie grita por la ventanilla del Mini amarillo girasol. Beatrice no bebe, solo le gusta el Martini rosso y no tienen asique se dedica a lanzarle miraditas al chico de la barra. Cuando se cansa de él, decide dar una vuelta por la calle, mientras Marie baila con unos amigos. En la calle está todo oscuro, hay pocas farolas, asique Beatrice decide sentarse en un banco, junto a su Mini amarillo girasol. Por delante de ella pasa un chico. Un chico que no es muy alto ni muy guapo, pero que es especial y ella lo sabe. Beatrice le mira y le tira de la manga. El chico se vuelve y la sonrie. La invita a una copa. Beatrice le dice que claro, pero que si no es Martini rosso, que ella no bebe. Jean Paul la invita a su apartamento, porque ahí tiene una botella sin abrir solo para ella. Acepta con una condición. El Martini rosso sabe mejor en los labios de los chicos que su nombre empieza por la Jota.

Encontronazos con sabor a menta y chocolate

Beatrice necesita un coche. Su abuelo, que la quiere mucho, le ha regalado un Mini amarillo girasol. Hoy Beatrice aparcó el coche por el centro y se fue a dar un paseo. Ella prefiere ir en moto, pero queria estrenar su regalo. Se ha comprado un helado de menta y chocolate, de sus favoritos, y va pensando lo bien que combina el color del helado con sus medias rosas. Cuando caminaba junto a unos arbustos del tamaño de un perrito cocker, se ha cruzado con un chico muy normal, pero que ella sabe que es especial. Ha pensado que se va a casar con él. Le ha mirado, ha agitado su larga melena rubia y se ha quitado la tonta idea de la cabeza. Quizá si pueda tirarsele. Se ha acercado a él sonriendo y le ha pedido el numero de telefono. Él se lo ha dado con una sonrisa de oreja a oreja. Se llama Jean Paul. Beatrice se fue comiendose su helado de menta y chocolate. Jean Paul. Le gusta, además, empieza por Jota.


miércoles, 19 de agosto de 2009

Besos de venganza.

Vamos, ven. Se lo que quieres. Hazlo. Me quieres a mi, ¿Verdad? Pues bien, acércate. Acércate y bésame. Siente el calor de mis labios. Yo beberé de tu boca. Pero cuidado, puede ser peligroso. Mi veneno inundará tus venas hasta infectarte. No podrás dejar de pensar en mi. Llegará un momento en el que te cueste respirar y me necesites para sobrevivir. Entonces, mientras me beses, arañaré tu espalda hasta hacerte sangre y clavaré mi puñal en tu corazón. Verás como el color de mis ojos se convierte en rojo rubí y, mientras siguas a mi lado, te daré el último beso, con sabor a venganza.
¿Qué pasa? Nadie dijo que fuera buena.

martes, 18 de agosto de 2009

Vals a la luz de la luna.

Inspiré profundamente. Nada. Volví a hacerlo. Seguia sin sentirlo. Ni presión en el pecho, ni mariposas en el estomago. Ninguno de los sentimientos que buscaba. Cogí el movil y busqué en la agenda el unico número al que no debía llamar. Tras tres tonos, contestarón al otro lado.
-¿Hola?
-Hola.
-¿Como es qué llamas?
-Quería oir tu voz otra vez.
-¿Solo eso?
-Claro. Deberiamos vernos.
-¿Para qué?
-Para vernos. Me pondría mi falda negra. Solo para que me la quitaras.
-Tentador.
Me pasé el dedo indice por los labios a pesar de que no pudiera verme
-Entonces, ¿Esta noche, donde la primera vez?
-En las viñas de tu padre, al anochecer, claro.
Colgué el telefono y sonreí. Por fin.

lunes, 17 de agosto de 2009

Beatrice

A Beatrice le gusta el color morado.
A Beatrice le gusta que la acaricien el pelo.
A Beatrice le gusta que la besen en el cuello.
A Beatrice le gusta suspirár en la oscuridad.
A Beatrice le gusta que la muerdan los pezones.
A Beatrice le gusta salir a la calle cuando amanece.
A Beatrice le gusta comer piruletas de fresa.
A Beatrice le gusta beber zumo de melocotón.
A Beatrice le gusta tumbarse al sol los lunes por la mañana.
A Beatrice le gusta hacer el amor sobre la mesa del salón.
A Beatrice le gusta su peluche de oso panda.
A Beatrice le gusta el Martini Rosso.
A Beatrice le gusta besar detrás de la oreja.
A Beatrice le gusta sentir el brillo de la luna sobre su piel.
A Beatrice le gusta conducir por el centro.
A Beatrice le gusta su Vespa color beige.
A Beatrice le gusta bañarse en el mar por la noche.
A Beatrice le gusta gemir de placer.
A Beatrice le gusta su vestido color verde.

¿Quieres conocer a Beatrice?

Rojo puta.

Se acercó a él hasta que sus labios rozaron su oreja.
-¿Sabes qué? Los hombres sois todos unos cabrones.- Hizo una pausa y sonrió.- Asique, me haré lesbiana.
Antes de separarse de él le mordió el lobulo de la oreja, dejando marcados sus labios de color carmín. Movió la cabeza alborotandose el pelo corto y le volvió a mirar con espectación. El estaba parado, tieso. Le sonrió sarcásticamente.
-¿Qué pasa, ahora no te mueves?
-Me has dejado... Alucinado.
-Que novedad. Sabes perfectamente lo bien que se me da ponerte cachondo.
La miró a los ojos.
-¿Por qué me haces esto?
Se rió en voz baja y se acercó más a él.
-Es divertido.

sábado, 15 de agosto de 2009

Las noches sin estrellas nublan mis sentidos

Hoy he tenido una pesadilla horrible. En ella aparecia el malo de la serie Pesadillas. Me cogía de el cuello de la camisa me atraía hacia él y me sacaba el corazón de cuajo. Me he despertado de golpe, con calor y mucho, mucho dolor en el pecho. Me he llevado la mano hacia el lado izquierdo y he notado que había un liquido. Sangre. En el lugar donde debía estar mi corazón latiendo no habia más que un hueco. Un hueco del tamaño de un puño y con los bordes cicatrizandose. Me volví a dormir. En la oscuridad de la noche suspiré profundamente y sonreí. ¿Quién necesita ese mísero órgano para vivir?



jueves, 13 de agosto de 2009

Felicidad bajo el sol de primavera.

La sonrisa que siempre la acompaña está más brillante hoy. Sus ojos lucen como pequeñas estrellitas de color verde oscuro. Sus ojeras, más pronunciadas de lo normal, la estropean el rostro perfecto. Sin embargo, ya que el motivo de estas marcas es una noche de diversión, solo consiguen remarcar más su belleza. Se mira las uñas. Azules y resquebrajadas. También le gustan. Dejando atrás su preocupación por la laca de uñas, va corriendo a los columpios a divertirse. Sigue sonriendo. Siempre sonriendo.

domingo, 9 de agosto de 2009

El placer y las lágrimas no son compatibles.

El sendero estaba mojado debido a la lluvia. Recorrí el camino hastal la puerta de la mansión sorteando charcos. Aun llevaba puestas las chanclas y el traje de baño. Llevaba el pelo, todavía humedo, recogido en una coleta y la unica prenda que me aislaba del frio era un vestido color rosa pálido. El enorme caserón con aspecto abandonado me esperaba como única guarida para protegerme de la lluvia. Me acerqué al buzón que había junto a la puerta de entrada y pude ver que se había abierto hacía relativamente poco tiempo. Saqué un manojo de llaves de mi bolsa y con la más pequeña abrí la diminuta cerradura. Metí la mano en el interior y busqué a tientas el correo. Algo me pinchó en el dedo indice. Retiré la mano instintivamente y me agaché para comprobar con qué me había herido. Perpleja, me di cuenta de que el causante de que brotaran diminutas gotas de sangre de mi dedo era una de las espinas de una perfecta rosa de color blanco. La saqué con cuidado de no pincharme de nuevo y la observé. Él había vuelto. Y había llegado el momento que yo tanto había estado esperando. Me encontré la puerta de entrada entreabierta. Mi respiración, que antes era agitada, iba relajandose poco a poco. El único sonido que se podía apreciar era la lluvia cayendo en el exterior. Recorrí el caserón despacio, sin necesidad de apresurarme, porque ya sabía lo que iba a venir a continuación. A medida que me internaba en la casa, el sonido de la lluvia iba apagandose, dejando paso a los latidos de mi corazón. Entré en el salón principal y me di la vuelta. Ahí estaba él, como ya había supuesto. Llevaba puesta una camiseta blanca que le marcaba los abdominales y unos vaqueros desgastados. Completaba su atuendo con unas deportivas. El pelo moreno le resaltaba su piel marmorea. Portaba una extraña sonrisa en los labios, la cual a la vez, adoraba y me hacía sentir escalofrios. Se acercó a mi. A cada paso que daba notaba, más y más, como el final de todo esto estaba cerca. Cuando estuvo frente a mi, tan cerca que mi nariz podía rozar la suya, su sonrisa se hizo más amplia.
-Estás incluso más guapa que la última vez.- Pasó su mano por detrás de mi espalda.Todo lo que llevaba en las manos se me cayó pobocando un gran estruendo. Acercó sus labios a los mios y me besó. De una forma dulce y apasionada, tal y como lo recordaba. Se apartó un poco de mi sin soltarme.- Ymis besos siguen probocando en tí el mismo efecto, por lo que veo.
Suspiré. Tenía razón. A pesar de todo, seguia sintiendo una ernorme atracción por él.
-Bueno, creo que ya sabes lo que viene a continuación, ¿Verdad?- Bajé la mirada. Las lagrimas empezaron a brotar de mis ojos.-Vamos, no llores, estropearás nuestra última vez.
Volvió a besarme. Lentamente, subió sus manos hasta los tirantes de mi vestido y los bajó hasta los brazos. Desabrochó la cremallera lateral y dejó que la prenda callera al suelo, rozando mi piel. Me quedé en traje de baño frente a él. Con una mano me quitó la goma del pelo dejando que mi pelo humedo callera en cascada hasta la mitad de la espalda; mientras, con la otra empezó a recorrer todas las curvas de mi cuerpo. Me recostó sobre el sofá y siguió besandome. Primero en la boca, luego en el cuello y finalmente en el escote. Suspiré de placer y me resigné. Me haría el amor por última vez y yo no me resistiría. ¿Qué podía importarme, si despues de ello iba a estar muerta?

jueves, 6 de agosto de 2009

¿Almas gemelas? No, gracias.

Mostrarme indiferente ante todo este asunto no era más que otra forma de reducir el dolor y crear una invisible barrera en mi corazón, pensé. Estaba sentada mirando al mar. En él personas desconocidas celebraban su felicidad incierta, solos o en compañía. Tenía un libro en mis rodillas pero me era imposible concentrarme durante más de dos líneas seguidas. Por esto, y para paliar la inseguridad de mis pensamientos, decidí ponerme a escribir en un pequeño cuaderno que siempre llevaba conmigo. Éste, al ser mi única via de escape de la realidad, estaba repleto de escritos en los que expresaba de la forma más concisa posible, mis vulnerables sentimientos y problemas. Miré hacia el mar. En la orilla había conchas y piedras de diferentes tonalidades. Mis pensamientos se dirigieron de repente hacía mi casa, mi habitación. Más concretamente, mi armario. En él, dentro de una caja rosa con dibujos de cupidos, estaba esa pequeña concha blanca que había recogido, meses atrás de una playa similar a la que me encontraba. No es nada fácil encontrar dos conchas iguales y menos en playas distintas. Pero yo lo hice. En el momento en el que, mientras observaba todas las que había recogido, me di cuenta de que era identicas, pensé en él. En la persona que, en ese momento, solía ocupar la mayoria de mis pensamientos. Decidí que sería un regalo para él. En la mia escribí nuestras iniciales y la guardé en el monedero. La otra, dado que iba a regalarsela, la metí en una cajita entre algodones, con miedo a que se rompiera. Inconscientemente, al regalarle una de las conchas gemelas, era una forma de paliar las diferencias que existian entre nosotros. Eramos completamente diferentes. Noche y día, luz y oscuridad, blanco y negro. Quizá por eso me gustaba tantisimo. Suspiré. Esos recuerdos no eran dolorosos, pero tampoco me agradaban, ya que desgraciadamente eran solo eso, recuerdos. Undí mis pies en la arena y miré hacía el mar. La marea había subido considerablemente en solo un momento. Un niño se me acercó.
-¿Qué haces?
-Escribo- Le contesté sin mirarle.
-¿Eres escritora?- Dijo muy serio.
-No- Se me escapó una sonrisa.- Pero cuento historias con sabor a caramelo.
-¿Con sabor a caramelo?¿Cómo tu sonrisa, entonces?
Le miré muy sorprendida.
-Si
-¿Me cuentas alguna?
-Claro- Sonreí.
Se sentó a mi lado. Miré al mar y suspiré. Cerré mi cuaderno y empecé mi relato.
-¿Conoces el cuento de Caperucita de Colores?- Le pregunté sonriendo.

domingo, 2 de agosto de 2009

Y los sueños, sueños son.

Todas las noches soñamos. Aunque no lo recordemos, todos los dias nuestra mente trabaja también por la noche, creandonos en la cabeza imagenes, situaciones e incluso dialogos que nunca existieron. Una vez me contaron que solo recuerdas lo que has soñado cuando tu sueño es interrumpido a la mitad. Si el sueño termina, al despertarte nunca te acordarás de él. En este caso, me acuerdo perfectamente de lo que he soñado esta noche. Y se antojaba tan real que me da miedo.
Pasó su brazo por detrás de mis hombros y se fue acercando poco a poco. Nuestros labios se encontraban peligrosamente cerca, yo le respiraba a él y él me respiraba a mi. A cada respiración me dolía más el pecho. Estaba ansiosa por besarle. Tenía tantas ganas...
Mi madre me despertó a rato, pero aun podía sentirle a mi lado tan cerca de mi que me daba escalofrios. Al parecer, si antes de dormirte piensas en algo que te obsesiona, acabas soñando con ello. Yo no podía alejar de mi cabeza esos malditos celos que tantas cosas acaban estropeando. Mi forma de ser es así, y por mucho que intente cambiar, eso es algo que tendré siempre conmigo. El sueño fue bonito, mientras duró claro. Despertó en mi unos sentimientos que creía muertos desde hace algún tiempo. Me da miedo volver a sentir todo eso. Pero de momento estoy tranquila. Porque la vida es sueño y los sueños, sueños son.

sábado, 1 de agosto de 2009

Si das vueltas muy rápido, te marearás.

(O de como el pequeño Montesquieu me contó sus inicios de viaje.)


La resuelta voz de Montesquieu inundó todos mis sentidos. Me contó que, al parecer, mis padres no podían verle y que la gran mayoria de la gente del aeropuerto tampoco podía hacerlo. Me habó cómo llegó a mi mochila, de su viaje a New york y de qué estaba haciendo en la Tierra. También me contó como era Ninguna Parte y como vivía antes con sus padres. Me contó que en Ninguna Parte cultivan algodón de azucar y beben zumo de cereza.Y así, él hablando y yo escuchando, nos pasamos todo el viaje en taxi. Mis padres estaban absortos en su conversacion y yo miraba como absorta el paisaje, pero en realidad miraba fijamente a Montesquieu que estaba sentado en el borde de la ventana. De pronto pegó un salto y se posó sobre mi regazo.

-Perdoneme, Zelah, pero temo por mi integridad física, dado que el viento me puede zarandear.

Yo asentí sonriente. No podía contestar a nada, o mis padres me preguntarian. Llegamos a mi casa, un chalet situado en las afueras de Madrid, y bajamos las maletas. Por señas, le aconsejé que se metiera de nuevo en el bolsillo izquierdo y, en cuanto lo hubo hecho, lo cerré dejando solo un hueco para que respirara. Entré la primera en casa y subí a mi habitación. Rápidamente abrí la mochila y le dejé salir con cuidado.

-Cielos, creo que me he mareado.- Dijo poniendose la mano en la frente

-Esque si das vueltas en el coche, lo más normal es que te mareés.

-Mas, ¡Yo no hice tal cosa!

-Tu no-Dije soltando una carcajada- Pero mi mochila y yo si.

Rebusqué en mis cajones y di con lo que quería rápidamente.

-Mira.- Le tendí una camara de fotos digital antigua que ya no usaba puesto que me habian regalado una profesional.- Esto es para ti. Así podrás hacerle fotos a todos los sitios que visites. Cuidala bien.

-¡Oh! ¡Mil gracias, señorita Zelah! Le estaré eternamente agradecido.- Contestó con una sonrisa.

-De nada.- Sonreí también.- Y ahora, busquemos un sitio para que duermas.

-Me agradaría mucho dormir en el jardín, si puede ser, claro.

-Por supuesto. Ven.

Nos dirigimos escaleras abajo y enseguida llegamos al jardín. Me acerqué a las macetas más alejadas de la puerta y se las mostré.

-¿Que te parece este sitio?

-Realmente perfecto. Muchisimas gracias, Zelah.

-¿Estarás bien aqui?

-Claro.- Y sacó una foto al rincón de las macetas.

-Buenas noches entonces.- Dije ya en la puerta.

-Buenas noches.-

Se acomodó placidamente entre dos macetas grandes y se quedó dormido. Y así es como el pequeño Montesquieu empezó a vivir conmigo. Pero eso es otra historia. Y tenemos mucho tiempo para hablar de Montesquieu.

Como un peine y un cepillo.

-¿Qué se supone que estás haciendo?
-Nada.
-¿Cómo que nada? ¡Estás espiandole!
-¿Y qué? Dejame en paz.
-¿Y qué? Él ya no es nada para tí.
-Lo se.
-¿Entonces?
-Dejame
-No, no te dejo. ¿Piensas qué es correcto hacer estas cosas?
-No tiene nada de malo
-Mentira. Te dolerá. Y mucho.
-Lo se
-¿Y por qué lo haces, pues?
-Porque quiero
-Mentira. Esa frase es incorrecta. Es porque le quieres.
-No digas tonterias.
-¿Acaso es eso falso?
-Si.
-Eso si que es una mentira
-Solo le deseo
-¿Acaso no son el deseo y el amor primos hermanos?
-No es lo mismo.
-Si que lo es. Es como un peine y un cepillo
-¿Cómo?
-Si, un peine y un cepillo. Son practicamente iguales, y por muchas vueltas que les des acabarán sirviendo para lo mismo.
-Dejame en paz.
-Soy tu conciencia y tu sentido común, ¿Cómo voy a dejarte en paz?