lunes, 29 de noviembre de 2010

¡Hola!

Si, se que es un poco raro que ahora, derrepente me ponga a escribirte. Pero es que... ¿sabes? te echo muchísimo de menos. Si, si, también se que es una idiotez subir esto aquí, que no tiene ningun sentido y que no lo leerás. Pero esque anoche me acordé de ti y me di cuenta de lo mucho que me has faltado estos dos últimos años (espera, ¿dos? ¿O eran tres? Madre mía, he perdido la cuenta.) Enfin, a lo que iba. Han pasado muchísimas cosas desde el video que hicimos con tu hermano para tu cumple. ¿Te acuerdas? Me habría encantado verte la cara, en serio. Con esa sonrisa tan bonita. Jo. Qué mal. El caso, tanto Alba, como Marta y como yo hemos cambiado mucho. Tanto que casi no nos reconocerías. Físicamente, si, claro, solo estamos un poquito más mayores y más guapas (nunca he tenido abuela, ¿sabes?). Pero por dentro... es algo completamente diferente. Te lo pasarias genial oyéndonos. Dicen que yo me he vuelto muy, muy extrovertida. Y (palabras textuales de Marta) "tengo unos cojones como catedrales de grandes". Sigue siendo igual de adorable. Que sepas que no hemos perdido el contato, ¿eh? Quedamos varias veces al mes. Si esque, somos uña y carne. Conectamos enseguida, ¿te acuerdas? Y en parte fue gracias a ti. A ti y a tus bromas. Y los apodos. Y los juegos. Se que es ridículo que esté escribiendole a mi antiguo profe de tenis, pero de verdad, necesitaba hacerlo. Bueno, sigo con lo mio. Marta está en la universidad. Me acuerdo perfectamente que ponias la vida del universitario como el paraiso. ¡Gracias a Dios a Albi y a mi solo nos queda un año! Estamos en segundo (con todos los agobios que eso conlleva), yo en ciencias, como dije y Alba en letras, como dijiste tú. Si esque, al final siempre acababas teniendo razón, ¿eh? Y en terminos generales, creo que ya está. Acabé por olvidarme de Joni. Después de toda la murga que te di, me olvidé de él. Y me enamoré hasta las trancas de otro. Pero vamos, eso es otra historia y no es apropiada para contar por aquí. Y bueno, si me da la nota, quiero hacer arquitectura. Al final dejé la biología de lado, podía conmigo y me pasé al bando del dibujo técnico.
Y bueno, creo que nada más. Me gustaría volver a verte algún día. ¿Tu crees que podrá ser? Podríamos quedar los cuatro, aunque tu estarás muy ocupado. Enfin, aunque no leas esto, por mi que no quede, mi querido Alvaro.

Atentamente, Ce.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Curse my name.

El pequeño payaso pierrot se arrodilló junto a la señora, dejandose caer sin mirarla a los ojos.
-No he podido encontrar nada más, -dijo temeroso y atragantandose con sus palabras.- Lo siento muchisimo, mi señora.
Ella se rió entre dientes Chasqueó los dedos y un criado con cara de indiferencia le tendió una bandeja de plata con un brillante cuchillo. La cogió y miró como la tenue luz de las antorchas relucía sobre su filo.
-Vaya... ¡una pena!- contestó secamente, empuñando el cuchillo.
El niño miró temereso como sujetaba el arma que iba a quitarle la vida. Cuando la señora atravesó limpiamente su estómago, abrió mucho los ojos y un pequeño hilo de sangre se resvaló por la comisura de sus labios. El cuerpo inerte cayó al suelo. La majestuosa mujer sonrió para si, volvió a dejar el cuchillo en la bandeja y pidió entre dientes que se llevaran el desecho que había caido a sus pies. Se sentó en su silla de terciopelo rojo y se mordió el labio. Hizo pasar al siguiente. Se le estaba resistiendo y no podía ser así. Un encapuchado entró en la estancia. Solo podía apreciarse la capa de terciopelo negro que le cubría de la cabeza a los pies, pero por sus movimientos y sus manos, pudo preever que se trataba de una mujer joven. Se quitó la capucha. Sus facciones aniñadas quedaron a la vista. Llevaba todo el pelo rubio ceniza recoido en un pulcro moño alto. Una delicada sonrisa se entrevió en ese rostro que parecía no haber roto un plato. Sus carrillos sonrosados y una nariz pequeña completaban el rostro perfecto. Entre las manos llevaba un cofre de madera tallada con motivos vegetales. Se inclinó ligéramente delante de ella con una reverencia. Abrió el cofre con cuidado.
-No está mal- dijo la señora.
-El corazón de una joven virgen, aún latiente. No es el de él, pero tenemos la certeza de que no volverá a besar a su amada.- Rió por lo bajo.
La sonrisa de la señora se hizo más grande.
-Me encanta- La tendió la bandeja de plata.- Tendrás el honor de hacerlo tú misma.
La pequeña agarró el cuchillo y sin dudarlo un momento, en vez de clavarlo en el órgano se lo clavó a su señora en el estómago, y no pudo articular palabra antes de expirar. Elodie extrajo el arma, la limpió con la capa y se la enganchó en el cinturón. Salió de la sala despacio, tirando descuidadamente al suelo el cofre con el corazón, su corazón.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Acoustic.

Me acerqué al escritorio, apoyando ambos codos en él, y posé la cabeza entre las manos. La ventana estaba empañada. Con un movimiento rápido con la palma limpié el frio cristal y dejé ver el exterior. Los árboles no tenian ni una sola hoja. Esa era la razón de que el suelo estuviera lleno de ellas. Marrones; alguna verde que había podido salvarse, pero sobre todo marrones. El parque de en frente de mi casa estaba a rebosar de niños. Una pareja, sentada en un banco, se hacía carantoñas entre risas. Pegué un golpe en la mesa con la mano y cerré la persiana. Me tumbé en la cama, cubriendome la cabeza con la almohada. Al poco me quedé dormida.
Algo me taladró los oidos. Me desperté derrepente y subí la persiana. Chispeaba. Un camión había derrapado en la esquina, golpeando unos cubos de basura y un buzón. Eso fue lo que me había sobresaltado. Volví a sentarme junto a mi escritorio. Miré el reloj. Solo había dormido media hora. Aún estaba desconcertada. Decidí tratar de despejarme, asique cogí un folio y un boli e intenté escribir No dejaba de pensar en la última conversación.

-Clara, aun eres una niña.
-¿Una niña? Mamá, tengo casi dieciocho años.
-Vale. Pero mientras estés en mi csaa, seguirás mis normas, tengas la edad que tengas.
-Mira, mejor me voy.
-Eso, vete. Que así es como te vas a quedar. ¡Sola!
Sola... en parte no se equivocaba. Miré por la ventana. El parque estaba embarrrado. Apenas paseaba nadie por la calle. El buzón que había sido golpeado por el camión estaba completamente roto y un montón de cartas estaban esparcidas por el suelo. Entre ellas, un sobre rosa lleno de letras azules se ahogaba por culpa de las pequeñas gotas de agua que emborronaban su contenido. Podría ser una carta de amor, pensé. Una maldita y asquerosa carta de amor. Volví a acordarme del tema. La misma idea que llevaba dando vueltas desde hacía ya tres días. Él no me quería y nunca me iba a querer; por mucho que lo intentara, las cosas no iban a cambiar. Tenía que... ¿resignarme? No. No soy así. Siempre tengo lo que quiero. La ventana volvía a empañarse. Dibujé con la llema del dedo la silueta de los edficios que tenía delante. Llovía muchísimo. Cogí la pastilla y me la metí en la boca, tragándomela con un vaso entero de agua. No podía ser. Se me fueron cerrando los ojos. Nunca acepto un no por respuesta. Nunca. Y entonces, me quedé dormida encima de la mesa.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Empire State of Mind.

¿Principe Azul? ¿Sigues esperando a tu Principe Azul? Que escale a lo más alto de la más alta torre, mate al dragon, te despierte con el primer beso de amor verdadero y vivais felices comiendo perdices en su castillo de ensueño, ¿no? Primero, ambas sabemos que de primer beso... nada. Segundo, ¿perdices? Eso seguro que tiene grasa a raudales. ¿Tú no estabas a dieta? Y por último. Lo de los principes. Eso está ya muy visto. Además, ¿de verdad que quieres eso? Una vida llena de lujos, puestos vitalicios, mayordomos y disciplina. ¿No es más divertida la aventura, vivir, soñar y todo eso sobre lo que siempre escribes? Y de la monarquia... ni hablemos. ¿Te he hablado alguna vez de la República? No habría más Principes Azules falsos con ganas de amargarte la existencia solo porque si. Un buen presidente. Al que elijas tú. Tú. Nadie más. Déjate de lios y vive. Centrate en lo importante. Déjate de principes y proclama una República de una puñetera vez.

sábado, 6 de noviembre de 2010

So give me all your poison.

Leo el Principito antes de dormir para no soñar. Cuando pienso mucho en algo antes de dormir, al final no sueño. Busco entre las infantiles metáforas del texto un sentido escondido que pueda ayudarme a entender un poco más las intenciones de ese pequeño ser. Pero las dos últimas noches no me ha funcionado para nada. Nada más dormirme aparecian tus ojos verdes. No son pesadillas. Para nada. Es más, me despierto pensando "quesearealquesearealqueseareal". Pero no lo es. No. Lo. Es. Me preparo para ir a clase intentando convencerme de que será un buen día a pesar de todo. Pero tampoco. Llego y me siento a tu lado. Demasiado cerca. Jodidamente cerca. Tengo que aguantar como me miras, como te ries, como te gustan mis bromas y los dibujitos tontos que hacemos en la mesa. Y es horrible. Y me acuerdo de nuestra tutora y de toda su familia por haberme hecho eso. Llega el viernes. Última hora de clase. Ensayo. Tengo que sentarme a tu lado en el escenario y ver como te inclinas para besarme, me dices que me quieres reiteradamente y me sonries. Odio el mundo, definitivamente.