jueves, 28 de octubre de 2010

Darkness.

Negro. Todo negro. ¿Qué hora sería? Miro el reloj. No se ve nada. ¿Y mi móvil? Tanteo en la mesilla de noche y al tercer intento lo encuentro. Aprieto el primer botón que alcanzo. Nada. Sin bateria. Perfecto. Me incorporo en la cama. Intento retirarme, sin éxito, el pelo de la cara. Miro a izquierda y derecha. Ni una brizna de luz. ¿Dónde narices puedo estar? Me llevo la mano a la frente. La cabeza me martillea, como si tuviera un pequeño enanito dentro dando golpes. Entonces todo aparece de repente. La fiesta. Unas copas de más. Las risas en la terraza. El chico moreno, amigo de Nuria. Ese chico. Abro mucho los ojos, a pesar de no poder ver nada. Alargo la mano derecha, en busca de alguién a mi lado. Nada más hacerlo le rozo el brazo. Un escalofrio me recorre la espalda. Sigue ahí. Ese chico ni siquiera me gustaba. Tengo que irme ahora. Me destapo. Noto el frio de la habitación. me doy cuenta de que estoy en ropa interior y suspiro. Me levanto sin hacer mucho ruido y comienzo mi busqueda. Recorro la cama con la palma de la mano. Cuando siento que me estoy acercando a donde él duerme, me doy por vencida. Suspiro de nuevo y me pongo de rodillas. Comienzo a palpar la moqueta a gatas con la mano. Noto algo. Esponjoso. Blando. Debe ser mi jersey. Me lo coloco bajo la axila y sigo gateando. ¿Qué es eso? Duro y liso. ¿Una deportiva? No puede ser mia, yo traje tacones. Sigo con mi busqueda. Algo nuevo. ¿Algodón? Con las llemas de los dedos descubro algo frio, grande y redondo. Botones. Esa debe ser mi camiseta. Me la pongo y me ato el jersey al cuello. Ya estoy casi en la puerta, y aún no he encontrado mis pantalones. Qué bien. Me siento en el suelo, cruzando las piernas para pensar que hacer. Si enciendo la luz le despertaré y tendría que dar explicaciones. El chico se remueve en la cama. Me pongo de pie y al primer paso que doy, me choco con algo y me hago polvo el dedo gordo. Me muerdo la mano para no gritar de rabia y dolor. Caigo en la cuenta de que contra lo que me he chocado es la cama. Algo roza mi pierna. Tanteo. Está sobre las sábanas. El tejido es áspero. Un tacto raro. Me topo con algo frio y redondo de nuevo. ¿Serán mis vaqueros? Desisto y me los pongo directamente. Suben bien. Y abrochan. Es un paso. Noto junto a mi pie las playeras que había encontrado antes y me las pongo. Salgo sin hacer ruido. Recorro la casa rápidamente y abro la puerta. Suspiro. Entro en el ascensor. Al mirarme al espejo, veo que llevo la camiseta al revés. me la cambio y vuelvo a suspirar. Esto me pasa por hacer cosas que no debo.

martes, 26 de octubre de 2010

Respiraciones que queman la piel.

La velada estaba llegando a volverse soporífera. Una cena de familia, era aburrida, pero si le añades a la familia de mi tío podía llegar a ser más largo que un domingo sin pan. Miré hacía la puerta de entrada distraidamente. Una familia de cuatro miembros entraba por la puerta. Tardé una milésima de segundo en darme cuenta de que era su familia y de que el que estaba entrando por la puerta era él. Mi madre, que también le vió me dijo que le fuera a saludar. Me levanté deprisa, me alisé el vestido y fui hacía ellos sonriendo. Nos saludamos educadamente y me presentó a sus padres y a su hermana. Yo sonreia, como siempre. Volví enseguida a mi mesa y vi como a ellos les colocaban en una que estaba vacía. Dió la casualidad de que estabamos sentados frente a frente. Me sonrió con picardia. Hizo un gesto con la cabeza señalando hacía el baño. Sonreí y asentí despacio. Vi como les decía algo a sus padres y se metía por la puerta cercana a mi mesa. Al pasar, me rozó la espalda desnuda con la mano y sentí un escalofrio. Le dije a mi madre que quería ir al baño. Ella, enfrascada en la conversación, me dijo que fuera de forma distraida. Me levanté y me dirigí a él. La puerta estaba entreabierta. Entré silenciosamente. En cuanto hube cerrado la puerta salió de entre las sombras empujandome contra la pared con fuerza. Empezó a besarme descontroladamente. No podiamos parar. A duras penas, nos separamos y abrí la puerta de el baño de chicas. Era pequeño, apenas cabiamos los dos de pie. Cerré el pestillo. Me cogío de las muñecas y me empotró de nuevo contra la pared. Me besó sin control y antes de que pudiera darme cuenta lamía y mordía por todas partes de mi cuerpo. Su boca rozó mi oido y me susurró “quiero follarte”. Yo, totalmente fuera de control y con la respiración entrecortada le contesté “fóllame”. Me subió el vestido y empezó a recorrer rapidamente mis caderas y mis muslos con sus largos dedos. Subió las manos hasta mi pecho y me quitó el sujetador. Me acarició ambos pechos con las manos y me quitó del todo el vestido. Su boca recorrió mi cuello hasta el escote. Empezó a morderme el pecho hasta llegar a los pezones y me lamió toda esa zona. Le agarré de la barbilla para posar otra vez sus labios contra los mios Necesitaba sentir su lengua dentro de mi boca. Despues de morderme el labio de nuevo, me susurró que tenia una idea. Volvió a recorrer todo mi cuerpo con la lengua hasta llegar al ombligo, donde paró para dirigirme una mirada de picardia. Me mordió en la tripa y bajó la boca hasta introducir su lengua entre mis muslos. Yo gemía de placer. Pasé las manos por su espalda, arañandole los hombros. Subió la cabeza de nuevo y volvió a besarme. Esa vez, fui yo quien le empujó contra la pared. Le desabroché el pantalón y el se lo quitó. Me rompió las costuras de la ropa interior y quedé completamente desnuda frente a él. Me sonrió y se desnudó también. Me volvió a empujar y me penetró con fuerza contra la pared. Nuestras respiraciones iban al compás. El me besaba y me mordia mientras me aferraba a su espalda haciendole profundos arañazos. Cuando ambos hubimos acabado, me mordió el labio inferior y se separó de mi. Nos miramos a los ojos y, sin decirnos nada, empezamos a vestirnos. Cuando estuvimos preparados, me arreglé un poco el pelo y le besé. “Nos vemos, nena” dijo mientras me sonreia y salia por la puerta. Suspiré. Idiota.

lunes, 25 de octubre de 2010

Comida campestre.

Arquimedes es un liante. ¡Fijate tu, que ahora dice que van a celebrar una cena “en familia”! ¿Desde cuando se supone que cenan todos juntos? El pobre Pierre, el cerdo bellotero, es el encargado de poner la mesa. ¡Y las está pasando canutas para llevar los platos de un lado a otro! Metetié, el pollo amarillo, tiene una tarea fácil, poner el mantel. Pero aun así, mira que se lia con todo ¿eh? Se ha caido tres veces enredandose las patas con esa tela de cuadritos rojos y blancos. Arquimides observa la colocación de todo esto desde su palo, mientras espanta a uno que otro cuervo apestoso. La oveja Marie se ha artado de todo y está a la que salta. Intenta convencer a Pierre de que hagan una revolución y se lleven todo el cultivo de maíz tomate. Como lo hagan, Arquimedes se llevará un buen disgusto, pero claro, ¡él nunca jamás hace nada de nada!

domingo, 24 de octubre de 2010

Baby, I need you now.

Dije que no volvería, pero mírame, aquí estoy. Casi siempre me pregunto si, por un momento he cruzado tu mente. Tengo todos los recuerdos esparcidos por el suelo, imágenes perfectas de lo que fue y pudo llegar a ser. La una y cuarto. Finalmente, he perdido el control. Dije que no iba a venir, pero mírame, aquí estoy. Preferiria no sentir nada. Nada. Pero tu sigues ahí, desbordando mi cabeza hasta hacerme enloquecer. Te necesito conmigo. Ahora.


lunes, 18 de octubre de 2010

Me moriré de ganas de decirte que te voy a echar de menos

Sentada en una esquina, con su carita redonda, el flequillo tapando practicamente sus ojos y los carrillos llenos de lágrimas. Así me la encontré cuando entré en la habitación. Sostenía entre sus brazos un pequeño osito de peluche, que apretaba con fuerza contra su pecho. Sorbía la nariz de vez en cuando y se le escapaba algún sollozo. Me acerqué lentamente. Si reparó en mi presencia, no dió muestras de ello. Acaricié su cara y levantó la mirada. Me sonrió entre lágrimas. Se pasó la mano por las mejillas y me abrazó. Con mucha fuerza. Como si fuera el último. Yo la sujeté respondiendo con la misma intensidad. Poco a poco sus brazos fueron cediendo y cuando finalmente le hizo efecto el somnífero se desplomó entre mis brazos.

sábado, 9 de octubre de 2010

Ten miles wide.

Volver. Otra vez. Para dejar de pensar en todo lo demás. Sin necesidad de buscar excusas que se tambalean por su propio peso. Sin distracciones. Sin descanso. Ya está.