domingo, 22 de noviembre de 2009

Es un día especial.

Esta mañana cuando me he despertado estaba de un humor excelente (exceptuando el dolor de muelas que casi no me permitía ni hablar.)
Cuando estaba en la cama he tardado menos de dos segundos en darme cuenta de que era mi doble fecha especial. He ido al salón y ahí me esperaban dos pequeños paquetitos envuentos en papel verde de El Corte Inglés. Dentro del primero, y más grande, encontré un libro con muy buena pinta. El segundo pesaba poco y era alargado. Muy pero que muy alargado. Al abrirlo tenía ya idea de lo que podría haber dentro. Un reloj de correa fina y llena de ositos que van desde el amarillo submarino hasta el verde hoja clarito pasando por el azul cielo despejado y el rosa mejilla sonrojada. Suena tic, tac constantemente. Estoy segura de que esta noche no me dejará dormir, pero será perfecto para clase, porque podrá ayudar a Terrible con la ardua tarea de comer el tiempo. Como ahora son tantos, seguro que las clases de magia se pasan mucho más rápido.
La segunda razón del Veintidós no es por ello, menos importante. Es el segundo Veintidós que volvemos a pasar juntos y eso me hace sonreir. Cuando he ido a arreglarme y me he mirado al espejo me he visto mucho más guapa, a pesar de estar recién levantada. Será verdad eso que me dijo anoche de que el amor hace guapa porque con la cantidad de éste que yo tengo podría ser declarada la mujer más bella del mundo.
Aunque hoy no le voy a poder ver (cosa que me entristece un poco) se que el viernes será todo mio de nuevo y podremos celebrarlo como Dios manda.


Feliz Veintidós para todos.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Nunca fuiste tan perfecta, a excepción de tus defectos.

-Una idiotez de ese calibre no debería ser impedimento para usted, Señorita Perfección- dijo con aire de suficiencia mientras se relamía el caramelo de los labios.
Obviamente, su falta de modales era notoria para cualquiera. Ser de la alta sociedad no implica solo el dinero y el título, sino un adecuado comportamiento con tus iguales. Por descontado, a ella le fallaban todos esos factores, pero engatusar al alcalde la fue suficiente como para escalar puestos a enormes zancadas. Sentada a su lado se encontraba Diana, junto con su madre, la señora Batiers y sus dos inaguantables primas. Frente a Diana estaba sentada una muchacha menuda y muy rubia, Eloise, que llevaba el pelo peinado con unos enormes tirabuzones. Meria, la querida del alcalde, la estaba criticando precisamente a ella mientras cogía una galleta pringosa y se la llevaba a la boca con sus largos dedos huesudos. Eloise sugetaba la taza de porcelana china con sus delicadas manos mientras aceptaba las criticas con la mirada baja.
Diana se levantó indignada, al no poder aguantar más la insoportable voz de Meria y dejó la habitación excusandose con un gesto de la cabeza. Todas las presentes quedaron perplejas y su madre, con las mejillas un tanto sonrojadas, la defendió alegando su mal estado de salud. Eloise la siguió disculpandose de la misma manera. Como ya suponía, la encontró sentada en el pequeño banquito junto a la habitación de música y se acomodó a su lado.
-Meria es inaguantable- se atrevió a decir.
Diana volvió el rostro y la sonrió.
-Tenía ganas de verte a solas, Elie.
-Y yo a ti Di- la acarició la cara con suavidad y su preciosa piel palída se sonrojó un poquito.
Eloise acercó poco a poco el rostro hacia el de ella y depositó un suave beso en sus labios.
-Me encanta todo esto.
-Y a mi. Te quiero Diana.
-Yo también a ti. Pero, ¿y si nos descubren?
-Siempre podríamos decir que estabamos... ¿jugando?
Ambas se rieron a carcajadas. Sabían que todo aquello era muchisimo más que un juego. Se abrazaron, con cuidado de no arrugar sus elegantes vestidos y vivieron el momento intentando no pensar en lo que les deparaba el futuro.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Monologos de Venganza.

De pronto, ante sus ojos, un enigmatico hombre con capa y sombrero de copa. ¿Quién soy, se preguntarán? Quién es solamente una forma de la función "que" y ¿qué soy? Un hombre con una mascara. Naturalmente, no cuestiono su capacidad de observacióm, simplemente señalo lo paradojico que es preguntarle a un hombre con una mascara quién es. A primera vista, solo un humilde veterano de vodeville en el papel de victima y villano. Pero, a pesar de todo lo que ustedes no saben de mi, me complace decir que estoy encantado de conocerles y que, de momento, pueden llamarme V. Mi vida quedó mermada en algún momento del pasado a una existencia subterranea. El unico veredicto es venganza, vendetta ¿No les enseñaron esa rima? "Recuerden, recuerden el cinco de noviembre. Cospiración, polvora, traición. No veo la demora y siempre es la hora de evocarla sin dilación." Con mi más sincero pesar, he de añadir que el pobre Gay Fawkes fracasó. Murió el hombre, pero quedó la leyenda. Bajo esta mascara hay mucho más que carne y musculos. Bajo esta mascara hay unos ideales y eso, es a prueba de balas. Pero sin más dilación he de presentarles mi nuevo... "proyecto". Lo que el maravilloso Fawkes no consiguió hace más de 400 años, solo Dios sabe si yo lo lograré. Pero, eso sí, quero que sepan que esta obra irá dedicada a la señora Justicia y a las largas vacaciones que parece, se está tomando. "Recuerden, recuerden, el cinco de noviembre..." Puede morir el hombre pero la leyenda quedará intacta en sus corazones. Y ahora me retiro para dejarles paso a ustedes. Porque el pueblo no debe temar a los gobiernos sino, ser los gobiernos quien temen al pueblo. Por ello, buenas noches y muy buena suerte.

(Muchas frases de este texto han sido extraidas del comic "V de Vendetta" de Alan Moore y David Lloyd.)

lunes, 9 de noviembre de 2009

Más allá de lo que alcanzan nuestras manos.

Con la respiración entrecortada miré a ambos lados del pasillo sabiendo que la cosa no había acabado. Me di cuenta de como mi brazo sangraba cada vez más y decidí arrancar un trozo de tela de unas cortinas desgarradas que había a mi derecha para intentar parar la hemorragia. Agarré con fuerza la unica arma de la que disponía -un bastón negro, largo y muy duro de hierro- y me dirigí hacía la siguiente esquina espectante. Oí ruidos provinientes de detrás de una mesa caída. Me acerqué silenciosamente hasta ella y miré conteniendo la respiración. Una niña pequeña estaba acurrucada, agarrandose las piernas y sollozando silenciosamente. Suspiré aliviada. La niña se giró para mirarme y me di cuenta de que las cuencas de sus ojos estaban vacías. Sonreí. Era solo un robot. Oí otro sonido a mi espalda y me giré rapidamente blandiendo mi arma. Mi sonrisa se hizo más amplia al comprobar que era uno de ellos. Le golpeé en la cabeza con la barra y, aprobechando su atudimiento, le pegué una patada en el estomago. La ropa elegida para esta ocasión me era realmente comoda -un mono de cuero ajustado que permitia perfectamente cualquiera de mis movimientos- y la coleta alta que conseguia quitarme el pelo de la cara. Mi oponente dio unos pasos hacía atrás y me hizo una mueca parecida a una sonrisa. Volví a golpearle en la tripa con el pie, esquivando con habilidad su puño derecho, que iba directo a mi cara. Le rematé con un par de golpes más en la nuca con mi barra de hierro y cayó al suelo, muerto. Volví a sonreir y me senté en el suelo, agotada. Las luces se encendieron de repente. Me puse de pie y me dirigí hasta la salida más cercana.