domingo, 28 de junio de 2009

Mejor mañana, mejor sin más.

Ya eran las once de la noche. Acababa de despedirme de mi novio, me había dejado en la esquina más cercana a mi casa porque tenía mucha prisa, él también llegaba tarde a su casa. No había mucha luz en la calle, una farola se había estropeado y parpadeaba velozmente cuando pasé a su lado. Apenas pasaba gente. De repente noté que alguien caminaba detrás de mi. Giré la cabeza disimuladamente y vi una figura alta, probablemente de un hombre. Iba vestido con ropa oscura y llevaba la capucha puesta por lo que no podía verle la cara. Seguí caminando, cada vez con un paso un poco más apretado. Miré como iba vestida y me bajé un poco la falda. En ese momento empezé a desear no haberme vestido de un modo tan sugerente para mi novio. El hombre seguía detrás de mi caminando. Torcí en una esquina, el hombre seguía detrás de mi. Cambié de acera, el hombre seguia detrás de mi. Volví a hacerlo y el me siguió como un automata. Empecé a tener miedo. Nunca me había pasado algo así. Abrí el bolso y saqué las llaves. Subí las escaleras de mi portal ya corriendo. El hombre subió más rápido, me alcanzó y me agarró de la muñeca. Intenté desasiarme de él pero era demasiado fuerte. Me agarró la otra muñeca y me empujó con fuerza contra la pared. Intenté ponerme a gritar pero no salia ningun sonido de mi boca. Empezó a besarme por toda la cara, las mejillas, la barbilla y la boca. Intenté resistirme pero me fue imposible. No paraba de moverme y aun así él conseguia mantenerme contra la pared. Empezó a acariciarme todo el cuerpo. El estomago, las caderas, los muslos. Me subió ligeramente la falda y me acarició la piel de los muslos. No podia aguantar más. Intenté apartarle de un empujón pero solo conseguí moverle un poco y al ver lo que pretendia me empujó con más fuerza contra la pared. De pronto todo ocurrió muy rápido. Oí que alguien gritaba mi nombre. Luego apartaron bruscamente a el hombre que me agarraba y yo me resbalé hacia el suelo, dejandome caer con lagrimas en los ojos. Oí también unos golpes y puñetazos. Con mucho miedo abrí los ojos. Vi al hombre y a mi novio. Éste último estaba pegandole una patada mientras el chico estaba encogido, tirado en el suelo. Mi novio le pegó una patada en la cara y le dejó inconsciente. Se acercó a mi corriendo y me abrazó. Me secó las lagrimas y me besó en la cara, por todas partes. "Ya ha pasado" me susurró. Sacó el movil y marcó un número. Empezó a hablar, pero yo no podía escuchar nada. Estaba a salvo. A salvo por fin junto a él.

sábado, 27 de junio de 2009

Carpe diem, memento mori.

El sol me cegaba cada vez que intentaba abrir los ojos. Era una calurosa tarde de verano. Estaba sentada al pie de un árbol. Bueno, no era un árbol cualquiera. Era nuestro árbol, el lugar de nuestro primer beso. Me gustaba ese sitio, no sabía muy bien porque. Se suponía que los recuerdos de ese lugar no deberian ser agradables. Todo había acabado hacía unos cuatro meses y yo, aunque no estaba sola, aun lo sentía. Pero ese sitio era especial. El sol solo me acariciaba con sus fuertes rayos si me apartaba de las raices del árbol. La frondosa copa me daba sombra durante todo el día y el tronco, ligeramente torcido me proporcionaba un lugar perfecto para recostarme tranquilamente. Me había llevado mi libro favorito, Cielo abajo, para enfrascarme en él toda la tarde. Estaba tranquila leyendo cuando una sombra extraña se acercó a mi. Levanté la cabeza y le vi. ¿Qué hacía él ahí? Ese era mi lugar especial. Por muchos besos que nos hubieramos dado en el pasado junto a ese árbol, no tenía derecho a venir y arruinarme una de mis tardes tranquilas.
-Hola...
-¿Qué haces aquí?
-Te vi desde mi ventana... y pensé en saludarte...
-Muy bien. Hola. Ya puedes irte.
-Pero... Yo... quería saber que tal te iba... y eso...
-Bien, me va bien. Estupendamente, gracias. Y ahora, dejame leer tranquila.
-¿Qué lees?- Torció la cabeza para mirar el titulo del libro y sonrió- ¿Aun sigues releyendote Cielo abajo?
-Si, es mi libro favorito. Claro que me lo releo.
-Oh, recuerdo cuando...
-¡Caya!- Dije interrumpiendole- ¿No puedes dejarme en paz? ¿Por qué has tenido que bajar?
-Yo...
-Dejalo, en serio. Dime qué quieres, y si no quieres nada, vete, me estropeas la tarde.
-Quiero besarte.
Me quedé paralizada. ¿Qué había dicho?
-¿No dices nada?
-Que pasa, ahora quieres volver ¿No?
-Te echo de menos...
-Pues yo a ti no, vete.
Se dió la vuelta resignado y se fue a su casa despacio, arrastrando los pies. Respiré profundamente para relajarme y cerré los ojos, apoyando la cabeza en el tronco del árbol. Cuando volví a abrirlos miré hacía su ventana. Ahí estaba él, mirandome y suspirando. Puse cara de asco, cogí mi bolso y me levanté. Tendría que buscar un nuevo sitio tranquilo para leer en verano.

miércoles, 24 de junio de 2009

Dibuja un corazon en tu ventana, yo cogeré tu mano para entrar en él.

El amor es un concepto universal relacionado con la afinidad entre seres, definido de diversas formas según las diferentes ideologías y puntos de vista (científico, filosófico, religioso, artístico). Habitualmente se interpreta como un sentimiento y con frecuencia el término se asocia con el amor romántico. Para Gottfried Leibniz, «amar es encontrar en la felicidad de otro tu propia felicidad». En el terreno religioso presenta fuertes connotaciones espirituales, de forma que trasciende el sentimiento y pasa a ser un estado del alma o de la conciencia, identificado en algunas religiones como Dios mismo. En Psicología, Robert J. Sternberg cree necesarios para que exista amor tres elementos: intimidad, pasión y decisión o compromiso. Para Erich Fromm, el amor es un arte. En Biología, parece estar relacionado con la supervivencia del individuo y de la especie. Según algunos, no es privativo de la especie humana, y también pueden presentarlo otros seres capaces de establecer nexos emocionales.

Manifestaciones del amor
Amor autopersonal. La autoestima o amor propio es el amor hacia uno mismo. Es algo positivo para el desarrollo personal e indispensable para las buenas relaciones interpersonales. Se basa en la aceptación de las virtudes y defectos propios y la percepción de éstos en su justa medida. No debe confundirse con el narcisismo que conlleva egocentrismo y que suele existir como consecuencia de una autoestima baja. Vulgarmente se malinterpreta con frecuencia el concepto de autoestima al referirse al narcisismo patológico como "autoestima demasiado alta" o "demasiado amor propio". La autoestima es el requisito necesario para que exista amor real en cualquiera de sus manifestaciones.
Amor romántico: nace en la expectativa de que un ser humano cercano colme a uno de satisfacción y felicidad existencial. Este sentimiento idealiza en cierto grado a la persona objeto de dicha expectativa, definida en la psiquis.
Amor confluente: amor entre personas capaz de establecer relaciones de pareja definido a mediados del siglo XX. Aparece por oposición al amor romántico: no tiene que ser único, no tiene que ser para siempre, no supone una entrega incondicional etc.
Amor sexual: Incluye el amor romántico y el amor confluente. El deseo sexual se considera una manifestación del amor únicamente si nace de la autoestima.
Amor platónico. Con propiedad, es un concepto filosófico que consiste en una elevación de la manifestación de una idea hasta la contemplación de la misma, que varía desde la apariencia de la belleza hasta el conocimiento puro y desinteresado de su esencia. Para Platón, el verdadero amor es el que nace de la sabiduría, es decir, del conocimiento.Vulgarmente, se conoce como una forma de amor en que no hay un elemento sexual o éste se da de forma mental, imaginativa o idealística y no de forma física



Mierda. Que facil es verlo así.

No quiero un final feliz

Romeo y Julieta se suicidaron juntos, al ver que uno moría, el otro no podía continuar viviendo. Es facil verlo así. Cualquier persona enamorada piensa que su vida acabará cuando acabe la de su amado. Punto. Nada más después. En mi caso es distinto. Si la persona a la que amas es tu vida y tu vida muere, ¿Eso en qué te convierte? Tu cuerpo sigue vivo. Sigues necesitando comer. Sigues necesitando dormir. Pero aun así no vives. Es como estar en un plano paralelo a la realidad, en el que tienes que comportarte como un ser humano pero caminas por la vida como un muerto.
Él se fue de mi lado hace ya dos semanas. Una noche de fiesta, unas pastillas que no habíamos probado nunca y un golpe de calor en medio de una fiesta. Entró en coma, y a las dos horas se le paró el corazón. Yo estuve a su lado todo el tiempo. Las dos fatídicas horas en la cama del hospital y los 20 peores minutos de mi vida en el camino en ambulancia. El cerró los ojos para siempre a las 2:33 de la noche de un sabado del principio de verano. Y yo con él empezé a morir por dentro. Él se llevó mi vida, nada podia cambiar lo sucedido. Yo fui quien le animó a tomarse esas pastillas alegando que mi amigo las había tomado y no había pasado nada, como dicen todos. Nos lo pasaremos mejor, le dije, no hay peligro. Ahora él a muerto. Y su muerte pesa sobre mi conciencia. La persona a la que amas muere, tu mueres. Se acabó. Por lo menos para mi. En mi casa no había lo que necesitaba pero en casa de mi abuela había una armario lleno de medicinas y pastillas dispuestas a proporcionarme una muerte rápida y sin dolor. Esparcí todas las botellas a rebosar de diferentes tipos de pastillas y cogí los tres botes que me serian utiles. Me encerré en la habitación que antes era de mi padre y me tumbé en la cama. En la mesilla de noche había dejado un vaso de agua para ayudarme a tragar las pastillas. Tomé una, dos, tres, cuatro... Perdí la cuenta de cuantas me había metido a la boca. Cogí el vaso de agua y pegué un trago largo. Me tumbé en la cama esperando esa muerte dulce que promete una sobredosis de pastillas. Cerré los ojos. Quizá si me quedaba dormida acabaria antes y no me daría cuenta. Empezé a pensar que seguramente él me estaria esperando al otro lado. Y así, poco a poco, me quedé dormida, pensando en lo bonita que era mi historia, igual que la de Romeo y Julieta.

Darte un beso, ver tus ojos disfrutando con los mios.

La moto doblaba en cada esquina a una velocidad vertiginosa. Casi habiamos llegado a su casa. Yo iba agarrada a su cintura y sonreia por debajo de la visera del casco. Llegamos a su calle y paramos en frente de su casa. Él se bajó primero. Se quitó el casco y me sonrió. Me bajé yo también, con cuidado de no caerme y me acerqué a él. Me quitó el casco, me besó lentamente y se acercó a la moto para guardarlos. Me tendió la mano y fuimos caminando despacio hacia su portal. Abrió la puerta soltandome la mano. Di un bufido al ver que nos separabamos. Se giró hacia mi mientras abria y su sonrisa se hizo más amplia. Entramos y nos dirijimos hacia el ascensor. Lo llamó y se habrió la puerta. Entramos junto y me apollé en la parte contraria a la puerta. Él se acercó a mi y me desabrochó la chaqueta. Empezó a besarme en la boca, lentamente, lentamente. Casi sin darme cuenta empezó a pasar sus labios por mi mejilla, luego la barbilla, luego el cuello... Busque con los ojos cerrados su boca y volví a besarle. Llagamos a su planta y salimos del ascensor. Me cogió de la mano y me llevó hasta la puerta de su piso. Abrió la puerta y entramos. Cerré de un portazo y el me atrajo hacia si cogiendome de la cintura. Me besó en la boca otra vez. No paraba de besarme y eso me gustaba. Pero tenia miedo de lo que fuera a continuación. Sus manos recorrian mi espalda, mi cuello, mi pelo. Entonces se apartó un poco de mi, sin dejar de besarme y me empezó a desabrochar los primeros botones de mi blusa. Yo le dejé. En ese momento no pensaba en nada. Solo en seguir besandole. Cuando me la hubo desabrochado del todo me la quitó lentamente. Yo le quité la camiseta y empezé a desabrocharle el cinturón. Él me quitó el botón del pantalón y con un poco de esfuerzo me lo quité sin apartar las manos de él. Se quitó los pantalones y seguimos besandonos en ropa interior en la puerta de su habitación. No queria apartarme nunca de él. Era como si fueramos uno, nadie podia separarme de él. De un salto, enredé mis piernas al rededor de su cintura mientras él me besaba el cuello. Fuimos hacia la cama a tientas y se echó mientras yo me colocaba encima. No paraba de besarme y eso me hacía sentir extrañamente bien, aunque fuera un desconocido. No recuerdo bien como dijo que se llamaba. ¿Quique? No lo se. Yo simplemente preferia dejarme hacer. Sus manos recorrian nerviosas todo mi cuerpo con ansia de más. De repente fue a desabrocharme el sujetador. Me eché para atrás consciente de lo que estaba a punto de ocurrir.
-Para.
-¿Qué?
-Para. No quiero.
-¿Cómo que no quieres?
-No quiero, ni siquiera se como te llamas.
Él suspiró.
-Está bien. Pues nada.
Se puso de pie y retiró las sabanas de su cama. Se metió dentro y me hizo un hueco.
-Venga, te pondrás mala si te quedas así, sin taparte.
-Pero... ¿Solo dormir?
-Solo dormir. Lo prometo.
Me metí en su cama y me acurruqué en su pecho. Solo dormir. Sonaba genial. Poco a poco fui quedandome dormida, pensando en que quizá había encontrado por fin a la persona adecuada para mi.

lunes, 22 de junio de 2009

Hoy todo lo demás es lo de menos.

No podía dar un paso más. Me derrumbé en el suelo de rodillas y cerré los ojos. Estaba demasiado lejos. Era una meta inalcanzble. Abrí los ojos y me puse la mano derecha a modo de visera para mirar hacia el horizonte. Estaba anocheciendo. Siempre me había gustado ver esta escena desde la buardilla de mi casa. Pero no iba a volver a verla, no al menos desde allí.
Respiré profundamente. Debía llegar. Era una promesa y las promesas deben cumplirse. A duras penas me puse de pie. Di un paso, otro y así hasta que perdí la cuenta de cuantos llevaba ya. Cada vez hacía menos calor. Y la oscuridad me envolvia progresivamente. Seguí caminando. En mi cabeza solo había sitio para una idea: debo llegar, debo llegar. Casi sin darme cuenta, pasó a mi lado un coche. En el, un hombre de unos 50 años, moreno y con buena pinta. Tenía algunas entradas y unas profundas arrugas surcaban sus ojos. Parecía cansado. El coche se detubo a mi lado y el hombre me miró con cara incredula.
-Una muchacha como tu no debe andar sola por estos sitios, y menos cuando está empezando a anochecer. ¿ Quieres subir?
Asentí con la cabeza y le di las gracias. Cuando me preguntó dónde iba yo le contesté secamente:
-Al cementerio.
-Por cierto, ¿Cómo te llamas?
-Andrea, Andrea De La Vega.
-Yo soy Julio.
Asentí. El hombre al parecer no era muy hablador. Hicimos el recorrido del camino de tierra en silencio.
-¿Te espera alguien en el cementerio?
Me paré a pensar. ¿Me esperaba alguien en realidad?
-Si.
-Bueno, casi hemos llegado ¿Tienes algo que hacer después?
Volví a tardar en contestar.
-Supongo que no.
-Bueno, entonces si quieres te esperaré y cuando acabes te llevo a la ciudad ¿De donde vienes?
-De ninguna parte.
El hombre me miró extrañado y continuó el viaje en silencio. Cuando llegabamos a las puertas del cementerio mi corazón empezó a latir más y más rápido. Ya casi habíamos llegado. Casi había podido cumplir mi promesa. El coche paró y yo me bajé. Fui hacia la berja oxidada y me paré antes de abrirla. Con cuidado fui abriendola poco a poco y entré. Caminé entre lapidas buscando una en especial. La segunda calle hacía la izquierda, la cuarta lapida. Cuando llegué no me lo podia creer. Estaba allí. Estaba cumpliendo mi promesa. Oí un ruido detrás de mi. Me di la vuelta apresuradamente. Allí estaba quien me esperaba. Era un chico alto, muy guapo, moreno y de piel muy blanca. Me acerqué a el y abrió los brazos para abrazarme. Empezé a llorar en su pecho. Levanté la cara. Le besé, primero despacio, luego cada vez más apasionadamente. Finalmente nos separamos. Me dió la mano y caminamos juntos hacia la tumba. Nos tumbamos juntos sobre ella. Apoyandome en su pecho cerré los ojos hasta quedarme dormida.

Al ver que no regresaba, el hombre salió del coche y entró en el cementerio en busca de Andrea. Oyó unas pisadas. Se dirigió hacia ese sonido. Se detubo en una tumba en la que había unas flores de vivos colores, blancas y rojas. En la lapida había dos nombres: Victor Fuentes y Andrea De La Vega.

domingo, 21 de junio de 2009

My shadow's only one who walks beside me

Todo daba vueltas. Mi cabeza iba a estallar. Me senté en la silla más cercana. La ventana estaba abierta de par en par pero aun asi me faltaba el aire. Inspirar, espirar, inspirar, espirar. No podia ser. No podía estar pasando. Inspirar, espirar. Me volví a poner de pie. Cogí el movil. Marqué apresuradamente un número y me lo puse en la oreja. Esperé. No contestaba nadie. Furiosa, di una patada al suelo. Dejé el movil encima de la silla en la que había estado sentada. Inspirar, espirar. Cerré los ojos con fuerza, pensando que todo se convertiría en un sueño si esperaba sin hacer ruido. Inspirar, espirar, inspirar, espirar. Abrí los ojos. Miré a ambos lados. Sollocé. En la esquina izquierda de la clase seguia el chico desangrandose por la profunda herida del estomago. Me acerqué a él. Sus labios, a los que antes había besado, estaban empezando a volverse de un tono morado. El movil empezó a vibrar. Di un bote sobresaltada. Fui corriendo hacia él. Lo cogí. Era mi mejor amigo. Le explique entre sollozos que le necesitaba. Él me dijo que estaba ocupado. Yo, intentando quitarle importancia al asunto, le dije que no pasaba nada. Colgué el movil y lo dejé donde estaba. Me acerqué al chico. Haciendo acopio de valor, extraje el cristal que le había atrabesado el estomago. Me llené las manos de sangre. De la herida empezó a salir a borbotones. Me alejé asustada de él. Me senté en la esquina contraria de la clase encogiendome sobre mi misma. Tenía el cristal en la mano y estaba empezando a hacerme heridas por sujetarlo tan fuerte. No podia quitar la mirada de la herida del estomago de mi novio. Mi novio... Mi novio... Inspirar, espirar, inspirar, espirar. Agarré con fuerza el cristal. Me lo clavé en el corazón. Inspirar, espirar, inspirar, espirar... hasta el último aliento.

And all the letters that I have never send


Abre la puerta, entra en la habitación. Sobre la mesa, un cuaderno morado. Lo coje, lo examina, parece estar intacto. Coje un boligrafo del cajón y empieza a escribir. Escribe sobre lo miserable de su vida. Escribe sobre sus errores y desdichas. Escribe aunque sabe que nadie lo llegará a leer nunca. Con lagrimas en los ojos, deja el boli. Suspira profundamente y tirando el cuaderno a un lado se tumba en la cama. Cierra los ojos. Todo es negro. Vuelve a suspirar. Oye un ruido. Se incorpora abriendo los ojos. Se acerca a la puerta y la abre. Saca la cabeza para observar y al no ver nada se dirije al salón. Allí, sobre el sofá, llacen sus esperanzas, deseos, sueños. Todos concentrados en una persona, un chico. Su hermano está en la sala. Sale por la puerta de entrada para dejarles intimidad. Sin decir una palabra, el chico se pone en pie. Se acerca y se queda parado. La mira. No puede dejar de mirarla. La abraza lentamente, por miedo a su reacción. Ella se deja hacer. Pasan los minutos. Ella tiene los brazos caidos, no le abraza. Él se aparta al notarlo. La mira a los ojos. La pregunta qué la pasa. Ella no contesta. La mira. Está llorando. La suelta del todo y da un paso hacia atrás. Ella sigue mirando hacia abajo. Él la limpia una lagrima que cae por su mejilla. Ella da un paso adelante. Sus caras están cerca, muy cerca. Poco a poco. Ella le besa. O él le besa a ella, eso no importa. Se funden en un largo beso que dura varios minutos. Finalmente ella se separa de él. Da un paso hacia atras y le pega un tortazo. Él se lleva la mano hacia la mejilla dolorida. Ella se da la vuelta y se mete en su habitación, cerrando la puerta dando un fuerte golpe. Cuando oye la puerta de la calle cerrandose, se tumba en la cama y se pone a llorar.

Ictus cerebral

Ictus cerebral: Conocido como derrame, trombosis o embolia, el ictus cerebral (IC) constituye la primera causa de muerte entre las mujeres y la segunda, tras el infarto cardiaco, entre los hombres. Su origen está en la falta de riego en el cerebro (isquemia) o en la rotura de una arteria (hemorragia) y se produce siempre de manera súbita, al interrumpirse la llegada de oxígeno al cerebro.

La verdad es que visto así... resulta realmente facil pensar en ello. Al parecer por diversas razones se te tapona la circulacion y la sangre no te llegua al cerebro. Hay en casos en los que se puede curar y en otros no. Realmente sencillo. Pero cuando es alguien cercano a ti el que lo sufre, lo ves de una manera diferente. Y pensar que esa persona estaba ayer por la noche planificando sus vacaciones junto con sus hermanos y su madre, cenado como cualquier otro sabado y descansando del trabajo despues de una larga semana. Los medicos dicen que durará horas. Quizá con un poco de suerte, dias. Pero que es imposible que llegue a una semana. Esto y lo del otro dia de mi tia abuela me ha dado que pensar. La vida es demasiado corta para no disfrutarla y estar parandose a pensar en nada ni en nadie. Sobre todo en nadie.

martes, 16 de junio de 2009

Como aquella vez.


La lluvia caia cada vez con más fuerza. El viento golpeaba los cristales de las ventanas y las pocas que estaban abiertas golpeaban fuertemente contra el marco. Mis larguisimas horas de estudio estaban dando pocos frutos, asique desistí en el intento de concentrarme y descorrí las cortinas para ver la lluvia. En la calle poca gente habia aguantado caminando con parsimonia hacia su destino mientras la tormenta descargaba con furia sobre la cuidad una gran cantidad de agua. La primera persona en pasar por debajo de mi ventana fue una mujer. Alta, rubia, extremadamente delgada. El claqueteo de sus tacones resonaba en toda la calle. Se movia con rapidez bajo un enorme paraguas rojo brillante que destacaba en el ambiente gris del dia. Iba vestida con una falda negra, recta y elegante y una camisa blanca de manga corta, que se abombaba en los hombros. Llevaba el pelo rubio recojido en una coleta alta que se movia al son del sonido de sus tacones. En la mano que no llevaba el paraguas sujetaba una bolsa de amichi con pinta de estar a rebosar. Imaginé que debia ser una joven trabajadora o ejecutiva, solo preocupada por si misma. De la misma forma que habia aparecido, dobló la esquina y la perdí de vista. A los pocos segundos pasaron dos niños corriendo y riendo. Iban vestidos con el chandal del colegio, pantalon azul corto con dos rayas amarillas en una de las piernas y polo blanco. Saltaban y reian en los charcos como si nada mas les importara. La niña era algo mas bajita que el niño, tenia la piel clara y llevaba el pelo castaño recogido en dos coletitas. El niño, de piel muy morena la miraba sonriente con ojos brillantes. Tenia el pelo oscuro y corto y los dientes muy blancos. Detrás de los dos niños apareció un agetreado señor que supuse, debia ser el padre de alguno de los dos. Iba vestido con un chandal y corria apresurado para poder alcanzarlos y con intención de evitar el chaparrón sin exito. Se podian apreciar incipientes canas y entradas en el pelo del hombre que algun dia fue de un color castaño brillante. Algunas pequeñas arrugas marcaban su rostro en el que se podia apreciar perfectamente la falta de sueño y el cansancio. El hombre les gritó a los niños que se metieran bajo los soportales para no mojarse. Pero éstos, sin hacer ningun caso siguieron riendo y jugando hasta desaparecer tras la esquina, con su padre tras ellos. Esperé un rato y no apareció nadie más. Bajé la cabeza hacia el libro de historia y empezé a leer: "En 1936 la guerra civil se desató en toda España. Rápidamente, el bando conservador fue extendiendo sus conquistas hasta, en 1939, controlar prácticamente la totalidad de los territorios Españoles exceptuando a las sedes más importantes del bando republicano, y entre ellas, Madrid. El sitio de la cuidad era insoportable para la población que moria de hambre y enfermedades producidas por el poco cuidado de su salud...." Un golpe de la calle hizo que levantara bruscamente la cabeza para ver que ocurria. Un buzón se había volcado con la fuerza del viento y cientos de cartas se esparcieron por el suelo. La lluvia comenzó a mojarlas. La tinta empezó ha hacerse ver en los sobres empapados. Mi mirada reparó en una carta en especial. Tenia el sobre de color rosa y montones de corazones estaban dibujados por los bordes. "Umm... una carta de amor...", pensé.
Una pena que no fuera a llegar a su destino nunca.

jueves, 11 de junio de 2009

The wind blowing through your hair

El embarcadero, el lugar mas activo de la ciudad durante el dia, se convertia, durante la noche, en un cementerio de sombras y silencios. Ir allí no tenia ningun sentido. Pero ya nada podia importarme. Recorri despacio el desierto paseo maritimo sin detenerme bajo ninguna circunstancia y sin prestar atencion a los dos o tres paseantes que se me cruzaron. Silenciosamente me dirigí a una pasarela de madera. Mi vestido azul de tirantes ya no me protegia contra la brisa marina, cada vez mas fria. El viento despeinaba mi larguisima melena rubia. Pero ya nada podia importarme. Me sente en la pasarela y sumergí los pies hasta los tobillos. No, pensé. No podria vivir mas en este mundo sin él. Me volví hacia el paseo maritimo buscando algo lo suficientemente pesado como para undirme. Encontré una piedra que até con una de las cuerdas de los pescadores a mi tobillo. Haciendome unas profundas heridas en las manos fui hacia el vorde del embarcadero y solté la pesada piedra en el suelo. Miré al cielo con lagrimas en los ojos y me di cuenta de que estaba anocheciendo, una bonita imagen para ser la última. Respirando profundamente tiré la piedra al agua y, yo con ella, me sumergí hasta lo mas profundo del oscuro oceano.

Poison Ivy


You are Poison Ivy.


We can't resist you.


No man can.


At least, not after you drug them.